Honey llega a la ciudad buscando trabajo y un lugar donde vivir. Sin suerte, acaba conociendo a Denise, una pintora autididacta y liberada que la deja vivir en su casa, y a Jill, una camarera que intenta salir adelante como puede. Sobre ese triángulo, se desarrolla una historia donde los aventuras de las tres chicas no están exentas de humor, drama, intriga y algo de erotismo.
El último largometraje de Stephanie Rothman confirma lo apuntado en sus anteriores trabajos y la facilidad de la directora por trascender los aparentes enfoques exploiter de partida. La directora americana realiza una versión mejorada y más adulta de su simpática "The Student Nurses" (1970) siguiendo los mismos elementos que allí funcionaron a la perfección. Cada una de las protagonistas ofrece la posibilidad de aportar su tono a la película.
Honey (Sarah Kennedy) se muestra como el alivio cómico de la película. Su singular día a día está presidido por su ingenuidad y por su encanto nato. Incapaz de hacer daño a nadie, no la preocupa que una de sus nuevas compañeras se enrolle con una de sus ocasionales conquistas ni se pregunta como un extraño millonario para el que empieza a trabajar tenga su oficina en un coche que aparca en los lugares menos lustrosos de la ciudad. Su encanto y su vitalidad la salvan de las situaciones más complicadas. Al final, seguirá siendo la misma aunque confiamos que haya aprendido la lección. Es el personaje luminoso de la película.
Jill (Lynne Guthrie) se mueve en un ambiente más conflicitivo. Quiere escalar y hacer dinero. Trabaja como camarera pero pronto los facinerosos que llevan el local la tantean para que ejerza de stripper. En ese nuevo empeño conocerá a Katya (la voluptuosa Casandra Peterson, futura Elvira)* cuyos consejos la sirven para afrontar el trabajo con voluntad y sin complejos. El ambiente y los numeros eróticos son la parte más exploiter de la producción. Jill superará los problemas gracias a su inteligencia y a su decidida forma de ser.
Denise (Laurie Rose) es el personaje más serio e introspectivo, a la postre más interesante de la función donde se evidencia la empatía con la realizadora. Ejerce de hermana mayor del grupo, sufre rechazos sentimentales pero se muestra fuerte en todo momento. Su trabajo como pintora, su caracter libre y autodidacta, su manera deshinbida de tratar al sexo contrario la convierte en diamante en bruto y protagonista de los mejores momentos de la película.
Menos pop y juvenil que el citado filme de las enfermeras, The Working Girls (1974) supone una muestra del talento de su realizadora que nadie supo ver en su momento. Quizás, una productora como Dimension no era el sitio más adecuado para el progresismo combativo de Stephanie Rothman. El resultado es una muestra de cine B de calidad, simpático, divertido, discreto pero con mucho encanto que se aleja de otras propuestas similares con que los cines más canallas llenaban sus pantallas.
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