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martes, 20 de septiembre de 2011

EL ALIMENTO DE LOS DIOSES (1976)


Bert I. Gordon, experto en amenazas mutantes de todo tipo de tamaños, orquestó a mediados de los setenta, este simpático e inevitable pasatiempo que retomaba el género de las monster movies clásicas, actualizando el dircurso en cuanto a la conciencia medioambiental y a uso de maquillajes más explicitos. De nuevo, la base fue un relato del maestro H. G. Wells ya utilizado por él una decada antes en la teenager y desenfadada Village of the Giants (1965), un mero pretexto para presentar a un grupo reducido en un entorno aislado atacado por una variedad de animales gigantes.


Morgan y varios amigos, pertenecientes a un equipo de futbol americano, acuden a una isla canadiense para disfrutar de unos días de descanso. Sin embargo, allí son atacados por una avispa gigante que mata a uno de ellos. Pronto descubrira que no es el único animal de la isla que ha crecido desmesuradamente: gallos, ratas, gusanos, y mosquitos se uniran a la fiesta. Pronto se formará un variado grupo de victimas: un par de granjeros, unos biólogos, un matrimonio que espera un bebe...


Tras unos años ofreciendo variedad de películas y géneros (desde la comedia erótica, pasando por el thriller policiaco, sin olvidar su primera y extraña incursión en el terror satánico) Gordon monta su particular teatrillo de los horrores fundamentado en rudimentarios efectos especiales, actores de segunda, viejas estrellas dando algo de lustre a la función y momentos terroríficos que van de lo hilarante a lo escabroso.


Mr. B.I.G. limita el espacio de la acción dotando al fin de una atmósfera conseguida de cierta angustia y misterio, con un correcto empleo del ritmo y dependiendo de la efectividad de los FX: los insectos de goma y las transparencias de algunos bichos languidecen frente a los más efectivos ataques de las ratas gigantes a los decorados de turno (el ataque nocturno al coche se lleva la palma).


Es el último tercio de la cinta, la batalla contra las criaturas de las alcantarillas lo mejor de la película, en especial los ataques a la caravana y a la granja donde los protagonistas deben refugiarse y sufrir todas sus embestidas. Por lo demás, la ronda de víctimas es previsible según el rol de los mismos: el ambicioso industrial y la pareja de granjeros creyentes no se salvan de la quema.


En medio del caos provocado llama la atención encontrar el American Gothic de Grant Wood colgado en la pared de la vivienda junto a cuadro religioso. El alimento de Dios surgido del fondo de la Tierra y utilizado tercamente por los granjeros como una bendición (lo que no es bueno para ellos lo es para el ganado) será el responsable de la sangrienta mutación.


Encabezando el reparto el peculiar y algo enloquecido Marjoe Gortner (héroe de la función) bien acompañado de la adorable Pamela Franklin, el torbo y odioso Ralph Meeker, y la magnífica Ida Lupino (que sufre los ataques de gusanos y ratas con cierta resignación). Gordon repitió jugada un par de años después con la esquelética El Imperio de las Hormigas (1978), fallido intento de retomar los pequeños logros de esta singular peripecia, que volvió a tomar a Wells como pretexto argumental de sus obsesiones por el gigantismo.


lunes, 4 de julio de 2011

THE MAD BOMBER (1973)


Bert I. Gordon, cineasta ejemplar para los seguidores del cine pequeño de los 50, experto en mutaciones de todo tipo de proporciones, cuenta con una filmografía tan variopinta como pintoresca, siempre al servicio de un tipo de espectaculo abiertamente popular, muy juvenil y nada trascendente. Cuando su nombre aparece en los estudios del cine fantástico, suele ser arrinconado o expuesto a las críticas de los que no reconocen o disfrutan de las variantes más exploiter del 7º arte. Tampoco nos encontramos, todo hay que decirlo con un autor fundamental a la altura de gente como Tourneur, Lewis, Ulmer, de Toth, Arnold y cia. Gordon fue un cineasta todoterreno, independiente, que practicamente lo hacía todo (desde el guión, pasando por la producción, los rudimentarios FX, el montaje...) y que tocó variedad de géneros aunque se especializó en el fantástico): ghost stories, satanismo, comedias eróticas, ciencia ficción, thrillers, grand guiñol, piratas....Una de sus mejores obras es The mad bomber, un estimable y enrevesado policíaco poco o nada conocido y que muestra facetas desconocidas para el maestro del gigantismo cinemtográfico.


Un misterioso personaje se dedica a colocar explosivos en diversos lugares. Detrás de estos actos hay un deseo de castigar a la sociedad a la que considera podrida y responsable de la muerte de su hija, y del fracaso de su matrimonio. Paralelamente a estas acciones, un peligroso violador está provocando el terror en la población angelina (el filme se desarrolla en L.A.). El detective Geronimo responsable de ambos casos descubre inesperadamente que en uno de los actos terroristas del mad bomber hubo un testigo: el culpable de los actos de violación. La caza en ambos campos se desencadena.


Los aficionados a la novela negra se encontrarán con la grata sorpresa que la historia que sirve de base para este estimable thriller pertenece al finado Marc Behm, escritor de culto responsable de un título imprescindible: La mirada del observador. Es por ello que lo enrevesado de la propuesta y algunos de los giros irónicos de la misma, amen de una visión abiertamente pesimista de la humanidad tocan perfectamente con el mundo de Behm.


La realización de Gordon correcta, medida y algo esquemática tiende a lo esencial, mostrando en paralelo las acciones de los tres personajes de la función y la paranoia que se va desencadenando a medida que avanza la narración. Los mejores momentos del filme tienen lugar a la hora de mostrar las detonaciones (una de ellas en un instituto), el cortante interrogatorio del policía con el violador y el explosivo climax de la película. Sin olvidar, la descripción del mundo cotidiano de ambos criminales, un aspecto que engrandece a esta obra y la separa de obras similares del momento.


The mad bomber nos regala ocasionales destellos de grandeza: el terrorista urbano reprende las malas acciones de la gente en su vida cotidiana haciéndoles responsables del estado de las cosas. Por otro lado, el violador es un family man con una predilección por filmar y fotografiar a su esposa en performance eróticas. La llave para que el policía caze al terrorista se encuentra en un giro sorprendente. El violador estaba atacando a una joven en un centro medico cuando el vengador urbano colocó uno de sus explosivos. Casualidades pocas; lo deductivo en la investigación es lo que lleva al policía a encontrar la clave. Y no falta algún momento hilarante: la busqueda del violador hace pensar que Los Angeles sufre una invasión de maníacos sexuales.


Gordon destaca especialmente en el retrato de los tres personajes llegando a lograr que empaticemos con ellos. Gran merito de ello recae en los tres excelentes actores que los encarnan: un memorable Chuck Connors (el D-Fens de Un día de furia es una versión maqueada del mismo rol), un inquietante Neville Brandt y un estimable Vince Edwards (Sin esta tríada la película sería otra cosa). The mad bomber (1973) es por lo tanto un policíaco urbano, setentero, abiertamente B pero que se aleja de los modelos que se iban imponiendo en esos mismos momentos en el cine USA. Una pequeña perla a recuperar.

*El filme cuenta con varios títulos que corresponden con montajes distintos del filme: The mad bomber es la versión más fiel a la estrenada en su momento mostrando la violencia y las escenas de desnudos que las otras versiones (Detective Geronimo y The Police connection) suavizaron.