miércoles, 15 de abril de 2009

SUPERFLY (2)


Si por algo es fundamentalmente recordado hoy Superfly, no es ni por su resbaladiza temática sobre el mundo de la droga ni por la estética documental que desprende determinados momentos de la película, sino por su estupenda banda sonora que corrió a cargo del excepcional Curtis Mayfield. Posiblemente nos encontremos con la obra cumbre del black music setentero, una hermosa composición, descriptiva, lírica, trágica, romántica, comprometida y sugerente. Estamos ante un soundtrack que empapa el celuloide rodado por Gordon Parks, Jr. y que dota de más sentido a la historia que se nos cuenta. El jazz y el blues que antaño poblaban las sonoridades de los bares del barrio han sido sustituidos por genuino soul que cuestiona en todo momento las acciones de sus protagonistas y el papel de la droga dentro de la comunidad negra. Es una banda sonora elegante, medida y que rehuye por otro lado los maravillosos excesos orquestales de Isaac Hayes en Shaft. Temas como Pusherman, Freddie´s dead, Give me your love, Superfly o el memorable No thing on me situan perfectamente el contenido último de las imágenes del film y echan por tierra las acusaciones a las que se vio sometida en su momento la película. Curtis Mayfield construyó su columna sonora como un sutil comentario de algunos problemas evidentes que acuciaban los barrios de población negra y en sus letras se desprende un mensaje nada airado pero contundente sobre dicha situación. Los melómanos pueden disfrutar además de la presencia de Mayfield y su banda en una escena de la película utilizada por Parks, Jr. como particular homenaje al compositor.


A pesar de su aspecto amateur, Superfly es una de las mejores blaxploitation de los 70. Gordon Parks, Jr. demuestra su experiencia anterior como fotógrafo y logra capturar con gran precisión el ritmo de la calle. Su valía se demuestra especialmente en la resolución de algunos momentos claves del film como el montaje fotográfico que revela la distribución de la droga o la manera de mostrar sin ningún tapujo la escena de sexo espumoso entre Priest y su novia. Argumentalmente la historia era muy limitada pero las 3 o 4 sentencias que manejan sus protagonistas a lo largo del metraje resuenan perfectamente una vez visionado el film. El éxito de los primeros pases comerciales hizo que Warner Bros comprase rápidamente la película para distribuirla logrando un enorme éxito (la recaudación superó los 18 millones de dólares) y contraatacando así ante el éxito de MGM con Shaft.


Sin embargo este éxito se vió ensombrecido con todo tipo de durísimas criticas. Uno de los productores que no logró hacerse con los derechos de la película denunció públicamente la obra alegando que Superfly explotaba a los negros, acuñando así según algunos historiadores el término Blaxploitation. Además, organizaciones como Black Against Narcotic Genocide y figuras públicas como el actor Ossie Davis acusaron al film de glorificar a los narcotraficantes y el uso de las drogas.


Superfly fue protagonizada por Ron O´Neal, un actor de sólida formación teatral que participó en muy pocas blaxploitations (Superfly T.N.T., Brothers, El camorrista) a pesar del éxito cosechado en su primera aventura como Youngblood Priest. Según comentaba el actor lo único que le ofrecían en ese momento eran papeles de camello o similares, de ahí su vuelta al teatro a mediados de los 70, regresando al cine y a la TV en los años ochenta. Se da la curiosidad que el actor fue descartado como protagonista de Shaft por no ser suficientemente negro (sic).


Gordon Parks, Jr. tuvo una corta trayectoria cinematográfica truncada por un trágico accidente en Kenya en 1979. Sorprendentemente no dirigió la secuela de Superfly, y el resto de su filmografía la compone Los demoledores (1974) primera reunión del black-pack , el extraño western criminal Thomasine & Bushrod (1974) escrito y protagonizado por el cult-actor Max Julien, y el romance interracial al ritmo de José Feliciano Aaron Loves Angela (1975).

lunes, 13 de abril de 2009

SUPERFLY


En plena euforia blaxploiter y tras el éxito global de Las noches rojas de Harlem, surgió una película de bajo presupuesto que no solo le hizo sombra en su respuesta popular sino que supuso además un punto y aparte en el cine afroamericano de los setenta: Superfly (1972). Queda claro que un fenómeno como Sweet Sweetback´s Baaadasss Song, se movió por círculos independientes y movimientos underground muy acordes con su transgresora visión del choque racial que desde los suburbios se tenía de la población negra. La película de Melvin Van Peebles abrió un camino seguido por muy pocos cineastas negros de entonces. Lo normal o habitual, era facturar rápidas películas de género, en su mayoría funcionales thrillers policíacos, con ramalazos críticos y evidentes toques sociales para contentar al público de color que, no nos engañemos, era el público originariamente destinatario de estas producciones. El nuevo héroe negro imponía su ley a sangre y fuego a ambos lados de la ley, pero siempre dentro de un orden más o menos establecido (como siempre ha sucedido en géneros tan delicados en interpretaciones sociopolíticas como el western o el cine negro). El viejo Hollywood no se manchaba las manos con estas obras, ya tenían a su actor negro oficial para contentar a la mayoría WASP; en todo caso compraban o distribuían estas películas (financiadas generalmente por productoras pequeñas familiarizadas con el cine de explotación) y en ocasiones, creaban compañías fantasmas para financiar alguna de estas producciones evitando así hacerlo de manera directa. Aunque los tiempos estaban cambiando, el Hollywood capitalista seguía teniendo sus prejuicios aunque el color del dinero siempre ha sido el interés prioritario de las Majors. No obstante, las operaciones matemáticas en el mundo del cine a veces no son exactas.


Youngblood Priest (Ron O´Neal) es un camello supercool con diversos negocios que vive muy bien en su barrio: tiene pasta, drogas, un gran coche, sabe defenderse, dispone de varias casas, chicas….Sin embargo, su vida está vacía y planea huir a toda costa. Para ello planea un último gran golpe con su socio Eddie: conseguir 30 kilos de coca, cortarla y conseguir un millón de pavos a dividir entre dos para poder retirarse con su novia. Sin embargo, las cosas nunca son fáciles y en su camino tendrá que enfrentarse a militantes negros, policías corruptos, mafiosos y alguna traición entre sus filas.


Superfly (1972) surgió de la nada. Rodada en condiciones complejas, con limitaciones presupuestarias de todo tipo, la película se comenzó a rodar sin tener la financiación completamente cerrada lo que obligó a su director Gordon Parks Jr. ha suspender el rodaje en varias ocasiones. Los 150.000 dólares que costó la película (otras fuentes elevan esa cifra a 300.000) fueron puestos por un par de dentistas de color y el propio padre del director, responsable no lo olvidemos de los dos primeros Shaft. De la producción se ocupó Sig Shore (algo que repitió en las dos posteriores secuelas), que en la película llegó a interpretar al corrupto comisario Riordan. Además, Superfly se realizó en zonas muy marginales controladas por bandas con las que hubo que pactar en más de una ocasión, llegándose al caso de que uno de estos hampones (K.C.) aparece en el film prácticamente interpretándose a si mismo.


Estas condiciones potenciaron el tono documental de la película cuyo aspecto descarnado en su visión de los barrios negros molestó a muchos miembros de la sociedad afroamericana. La droga es el verdadero motor económico del ghetto y los intentos por cambiar la situación de movimientos militantes negros son criticados en el film por ser considerados mera parafernalia pseudopolítica. El negro que vive en los suburbios es doblemente esclavo tanto por su dependencia a la enfermedad como por no combatir al sistema blanco que los domina. Evidentemente, Youngblood Priest no lucha por su gente ni por el bien del barrio. Es un antihéroe individualista que su única esperanza es escapar de la cárcel urbana en la que le ha sumergido la sociedad. Superfly es ante todo una historia de redención personal en un ambiente oscuro y casi infernal. La glorificación al consumo aparentemente mostrada en el film (y que fue criticada posteriormente por su propio protagonista) en un excelente montaje de fotos fijas supone un magnífico documento de cómo funcionaba el negocio en los suburbios negros. Aunque nunca aparece citado en el film, en Younblood Priest hay algunos ecos de traficantes conocidos a posteriori como Frank Lucas o Nicky Burns, huella reconocible especialmente en el film de Ridley Scott American Gangster (2007).

miércoles, 8 de abril de 2009

TROUBLE MAN (1972)


He aquí un tipo ciertamente peculiar. Mr. T (Robert Hooks) controla unos billares de South Central, que de hecho son su oficina de trabajo. Es un excelente jugador y lo demuestra cuando la apuesta lo vale. Viste ropa cara, tiene amantes, conduce un buen coche y vive en un lujoso bloque de apartamentos. Tiene licencia de detective aunque su modo de actuar tiene muy poco de legal. Sus maneras de trabajar son de hampón sin embargo también es un protector de los más desfavorecidos en el barrio. Es un hombre hecho a si mismo que conoce la calle y como funcionan sus particulares negocios. Mr. T es un tipo elegante. No tiene la chulería exhibicionista de Shaft ni el atractivo barriobajero de Youngblood Priest. Tampoco ha caído en los vacuos sueños de grandeza de Tommy Gibbs. Es fiel a los suyos y siempre está al corriente de lo que sucede sobre el asfalto.


Por eso cuando un par de mafiosos (Paul Winfield y Ralph Waite) intentan desbancar a su rival Big (Julius Harris) no se les ocurre nada mejor que tender una trampa a T y usarle en provecho de sus maquiavélicos fines. Mala decisión, nuestro hombre es más listo que todos ellos y aunque en constante peligro no cesará de impartir su justicia hasta devolver el orden a las calles. Ni que decir tiene que se llevará por delante a todos aquellos maleantes que se pongan en su camino. Al final, la ley de Mr. T es la que impera en el barrio.


Trouble Man (1972), primer largometraje del actor y director Ivan Dixon, sorprende por su indiscutible aroma noir. El film, distribuido por la Fox, fue un fracaso comercial en el momento de su estreno. Está claro que el intento de prolongar el éxito de Las noches rojas de Harlem no era nada facil, aunque se contó con el mismo productor, Joel Freeman y con uno de sus guionistas John D.F. Black (conocido por todos los trekkies clásicos y aquí también en tareas de producción). Mr. T era demasiado cool, demasiado perfecto en relación a la estudiada fanfarronería barriobajera de Shaft. Es un hombre de acción pero no es tan impulsivo como el popular detective negro. Conoce los suburbios y los negocios que lo mueven pero no pretende reimplantar la ley para devolver el orden al sistema. Ambos están concienciados con la situación de su gente y su papel activo en la lucha contra el Hombre. Sin embargo, Shaft tira de reivindicaciones de cara a la galería mientras Mr. T pone por delante su propia situación personal. En Trouble Man (1972), en última instancia el responsable de todo el entramado es un mafioso blanco que perecerá asesinado por nuestro implacable protagonista. Pequeñas notas de color para hacer más atractivo un modélico film policíaco.


Uno de los puntos fuertes es la excelente banda sonora del gran Marvin Gaye con la colaboración de J.J. Johnson, que se encontraba entre los trabajos favoritos del inolvidable compositor de What´s going on. Un envolvente trabajo de sonoridades jazz que empapa todas las acciones del personaje central de la película.No hay que olvidar sus atractivas notas soul de indiscutible aroma swing que evoca sin el apoyo de las imágenes el universo urbano propuesto por la película. Era un gran momento creativo en la trayectoria de Gaye y temas como Trouble Man, T stands for trouble, Life is a gamble o There goes Mister T asi lo demuestran.


Al año siguiente, Ivan Dixon dirigiría su segundo y ultimo largometraje cinematográfico: The spook who sat by the door (1973), una de las mas comprometidas y politizadas blaxploitation, con los oscuros manejos de la CIA como telón de fondo y sus consecuencias en la comunidad afroamericana. Un film sospechosamente olvidado.