La segunda jugada cinematográfica de Prince sorprendió a propios y extraños. Sus fans esperaban una nueva incursión de épica pop-funk-rock callejera donde el de Minneapolis, pudiera dar rienda suelta a su efervescencia musical. Los menos entusiastas, una secuela de "Purple Rain" donde continuaran las aventuras del ídolo pop en su conquista del mundo. La respuesta fue "Under the cherry moon" (1986) una película que no convenció a nadie, excepto... a los detractores del cantante.
Christopher Tracy es un gigoló que se mueve por la costa francesa en compañía de su buen amigo y compiche Tricky. Ambos, utilizando los recursos seductores del primero, atrapan a ricachonas con las que seguir viviendo sin excesivos problemas. Cuando una jovencita de amplios recursos económicos se ponga en su camino, las cosas no irán como estaban planeadas.
En un fallido intento por ser lo más "cool" del espectro musical, Prince culminó su jugada egomaníaca con una comedia de aires retro y rodada en blanco y negro. Aunque a los ejecutivos del estudio de turno les pareció una idea suicida (eso lo hacía gente como Coppola o Scorsese, o algún título independiente), el asunto se aprobó comenzando una producción problemática con multiples idas y venidas que afectaron el resultado final. El cantante quería homenajear las viejas comedias clásicas pobladas por duos de truanes que se veían envueltos en mil aventuras. Sirva como base de lo que hablamos los desmanes de Bing Crosby y Bob Hope en la serie "Road to..." o los posteriores esfuerzos de Dean Martin y Jerry Lewis como referencias. Por otro lado, el ambiente europeo parece ser un guiño al Fellini de la "Dolce Vita", aunque su tratamiento epidérmico desaconseja la idea de compararlas.
"Under the Cherry Moon" (1986) es una comedia sin gracia donde curiosamente gana terreno el humor involuntario. Las escenas se suceden sin ningún relieve dramático donde los actores y similares aparecen por pantalla en pleno simulacro filmico. Además, las contadas escenas musicales llegan tarde y de manera muy descompensada provocando que el interés por la propuesta nunca quede estimulado. Prince encarna al imposible e improbable seductor Christopher Tracy luciendo modelitos, tics, miradas y poses dignas de un imitador del genio de Minneapolis. El simpático Jerome Benton le acompaña en algún momento afortunado pero siempre por debajo de los juegos y bromas que con Morris Day monta en los espectáculos de "The Time". Kristin Scott Thomas encarna al objetivo amoroso de nuestro duo, otorgando algo de profesionalidad a la actuación aunque su papel y presencia posiblemente quiera olvidarlos en su trayectoria filmica. La deliciosa Francesca Annis y el gélido Steven Berkoff (sustituyendo a un Terence Stamp que abandonó la nave antes del naufragio) decoran el pastel aunque sin demasiada fortuna.
El resto son fiestas con pedigrí, panorámicas de Niza y alrededores, asaltos nocturnos, padres enojados, huidas a medianoche, ambiente "chic", oscuros desenlaces...y un video musical acompañando los créditos finales para despertar a los que han aguantado la función hasta ese momento. La obra aparece firmada por el mismísimo Prince (aunque Mary Lambert fue la directora real mientras pudo controlar al divo), la fotografía en blanco y negro corre a cargo de Michael Bauhaus (uno de los pocos detalles de interés) y la banda sonora viene de la mano del protagonista y su grupo de entonces The Revolution (insertada con poca fortuna en bastantes momentos). Con todo, sorprende la falta de estilo y el amateurismo que en ocasiones hace gala la película. Después del descalabro y su reconocimiento en los Razzies, el creador de Purple Rain abandonaría su deseo serio por seguir su trayectoria cinematográfica.
Lo mejor: el disco que generó la película, "Parade".
Lo peor: ser una de las grandes películas malas de la década (aunque quizás esta sea lo bueno de la propuesta).
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