martes, 29 de septiembre de 2009

BLADE, THE VAMPIRE-SLAYER


Fue en 1973, concretamente en el número 10 de la mítica Tomb of Dracula, cuando Marv Wolfman y Gene Colan, presentaron a un misterioso cazavampiros negro que se enfrentaba sin ningún tipo de complejos al mismísimo señor de la noche. Su nombre era Blade y el impacto que causó provocó que Wolfman le otorgase un papel importante dentro de la serie, amen de protagonizar algunas aventuras en solitario dentro de otro título similar, Vampire Tales. Blade se diferenciaba de otros enemigos de Drácula por su actitud chulesca, su tesón a la hora de cazar a los chupasangres, y lógicamente por el distintivo color de su piel que le hacía diferente al grupo liderado por Quincy Harker. El look del personaje era vistoso, ciertamente curioso en relación a otros personajes similares: su cazadora de cuero, la bandolera con cuchillos de madera, sus peculiares gafas….nada parecido al gran Luke Cage o al más psicotrónico Hermano Vudú.


Blade había nacido en Londres, vástago de una prostituta que fue mordida por Deacon Frost, un vampiro que se hizo pasar por médico para atenderla en su fatal lecho de muerte. Rescatado por Madame Vanity, el muchacho se crió en el burdel, conociendo rapidamente la ley de las calles, siendo después adiestrado por su mentor Jamal Affari, un trompetista de jazz que le entrenó en el combate y le ayudó a desarrollar sus habilidades, amén de enseñarle actitudes musicales. Fue en uno de sus enfrentamientos con Drácula, cuando Blade descubrió su inmunidad a la mordedura de vampiro. Posteriormente, se enfrentó contra Morbius (en cuyo combate y tras ser mordido, adquirió habilidades cuasi-vampíricas), a la legión de los muertos y en una pequeña pero estupenda historia, a una camada de niños vampiros.


Como otros personajes de sus características, la trayectoria de Blade dentro del mundo del comic ha sido discontinua y accidentada, siempre dependiendo del equipo creativo que se hacía cargo de él. La cancelación de la línea editorial de Marvel dedicada al terror a finales de los 70, le hicieron desaparecer más de una década hasta el revival de la Tumba de Drácula a principios de los 90, en una excelente miniserie escrita por Wolfman y dibujada por Colan. Posteriormente, hubo intentos esporádicos de aprovecharle bien en series como Nightstalkers (donde formó grupo con Frank Drake y Hannibal King) bien en fallidas miniseries o one-shots, centrados en su figura y de resultados muy desiguales (destacando en este apatado la historia Crescent City Blues dibujada por Gene Colan y los tres números que escribió Don McGregor en 1998, de una serie prevista en principio para seis números).


El éxito de las películas no fue aprovechado por Marvel y aunque incluyó al personaje dentro de su interesante línea MAX, no logró dotarle de una esperada continuidad en sus aventuras (especialmente por no haber conseguido un equipo que le diese algo de consistencia al cazavampiros negro). El intento más logrado y duradero fue llevado recientemente a cabo por el guionista Marc Guggenheim y el gran dibujante Howard Chaykin, en una serie de 12 números que se lanzó paralelamente a la emisión de la interesante serie televisiva dedicada al personaje. Un excelente recorrido por la historia del personaje que desafortunadamente se tuvo que detener por falta de ventas. Este ha sido realmente el autentico enemigo de Blade en sus 36 años de historia.


jueves, 24 de septiembre de 2009

BLACK WEREWOLF / LA BESTIA DEBE MORIR (1974)


“Esta no es una película de terror. Este es un film de misterio. Lo importante no es saber quien es el asesino. Lo primordial es averiguar quien es el hombre-lobo”. La idea es aceptable pero el resultado…Vayamos por partes. La Amicus se sacó de la manga este insólito pastiche que en principio debía protagonizar Robert Quarry. Pero el mercado hablaba en esa época con color negro e intentaron hacer pasar esta obra como una genuina blaxploitation.


Para ello colaron a un protagonista negro al frente del reparto: el actor Calvin Lockhart, un profesional al que ya se le conocía por sus apariciones en Algodón en Harlem (1970), Melinda (1972), Contratto carnale (1973) y que reincidiría en nuestro género favorito posteriormente en títulos como Uptown Saturday Night (1974), Let´s Do it again (1975) o The Baron (1977).


Su partenaire femenina tenía que haber sido Shirley Bassey pero problemas de fechas impidieron su participación y a sugerencia de Lockhart finalmente se contrató a Marlene Clark vista en producciones como Night of the Black Cobra (1971), Slaughter (1972), Operación Dragón (1973), Ganja & Hess (1973), Black Mamba (1974), Lord Shango (1975) o la citada The Baron (1977). La película, lógicamente, cambio de título en su estreno norteamericano y utilizó el poco original Black Werewolf.


La Bestia debe morir narra la historia de un cazador que reúne en una mansión situada en una zona boscosa a un grupo de invitados entre los que se encuentra un auténtico hombre-lobo. Su propósito es descubrir la identidad del licántropo e iniciar una cacería para acabar con su vida y colocarle en su nada desdeñable sala de trofeos.


La película mezcla con peculiar desvergüenza motivos sacados de las historias de licántropos, trama detectivesca de resonancias british y soluciones visuales al más puro estilo William Castle: en el momento cumbre un reloj llena la pantalla y concede al espectador 30 segundos para adivinar cual de los personajes es el hombre-lobo (algo que cualquier avispado ya habrá resuelto con anterioridad).


Resuelta con gris corrección por el televisivo Paul Annett, La Bestia debe morir es desafortunadamente una obra mediocre no solo por desaprovechar un excelente punto de partida (inspirado en el relato corto There shall be no darkness del escritor James Blish) sino además por tirar por tierra el trabajo de excelentes actores de la talla del inolvidable Peter Cushing, el gran Anton Drifting, el genial Charles Gray o el siempre intrigante Michael Gambon. Arrítmica y poco efectiva, tan solo destaca por los breves destellos mostrados por los citados interpretes y algún que otro momento aislado que saca del sopor al espectador más complaciente. Una oportunidad perdida, y esta vez sí, un buen material de reciclaje para futuros remakes.


lunes, 21 de septiembre de 2009

G.I. BRO (1978)



Tranquilos, que no voy ha hablar de un precedente exploit de la reciente G.I. Joe (2009).

En realidad este post estaba centrado en recordar a Fred Williamson en Aquel Maldito tren blindado (1978). Pero tirando del hilo uno averigua cosas interesantes. No contentos con disfrutar de un ejemplar tardío del ahora tan nombrado Macaroni Combat, algunos avispados decidieron remontar el film y darle más protagonismo a the Hammer, para vender la película como una fake Blaxploitation protagonizada por nuestro héroe favorito. Para ello acentuaron la presencia de Willianson en la película recortando la presencia de los otros actores en la historia. Mejor un buen Black Bastard entre tanto soldado ario en suelo francés.


En Quel maledetto treno blindatto, Williamson encarna a Canfield, preso renegado, acusado de asesinar a un sargento y con deseos de matar a cualquier oficial que se le ponga por delante. Por causas ajenas, se ve envuelto en un ataque de los krauts cuyo resultado genera un involuntario grupo de soldados facinerosos que tratan de huir hacia Suiza. Las cosas no son fáciles y tras matar por error a un comando británico infiltrado, deciden sustituirles en una operación suicida en colaboración con la resistencia francesa.


Canfield se muestra fuerte, aguerrido, ágil y sumamente efectivo. No aguanta las bromas racistas de su compañero Peter y cuando este le llama bongo las chispas saltan en pantalla. Lo mejor es verle en acción con un puro en la mano y la ametralladora en la otra eliminando soldados alemanes sin ningún tipo de compasión ni duda. Corre, suda, hace carrerillas, combate cuerpo a cuerpo y en un inesperado tour de force alcanza corriendo un tren en marcha al que salta desde un pequeño puente. Al final, acaba herido y como uno de los escasos supervivientes de la violenta aventura. La experiencia de Williamson como action hero se hace notar especialmente en las escenas de choque imprimiendo un dinamismo al que ninguno de sus compañeros logra superar.


En unos de los momentos hilarantes de la película el jefe de los guerrilleros franceses se extraña de la presencia de un soldado negro en una operación de infiltración en suelo alemán. Tarantino lo ha tenido en cuenta y en su entretenida Malditos Bastardos (2009), el comando está formado por violentos y aguerridos judios cortacabelleras (por cierto, la película no es ningún remake ni nada que se le parezca, solo comparte título americano con el film de Castellari). No obstante el director norteamericano no olvida uno de sus géneros favoritos e incluye en su banda sonora el tema central de Billy Preston para la conocida Slaughter (1972) amen de dejar que el único personaje de color del film, Marcel, encienda la mecha de la masacre final antinazi. Ahí es nada.

sábado, 12 de septiembre de 2009

GRAVE OF THE VAMPIRE (1974)


Menos conocida que otras propuestas vampíricas de los años 70, La Tumba del Vampiro supone una pequeña sorpresa para el degustador de rarezas terroríficas. La ausencia de un actor de relieve al frente del proyecto, su condición de obra independiente con todo lo que ello significa (realizador desconocido, distribución en circuitos limitados, explotación desigual en formatos domésticos…) han jugado desafortunadamente en su contra. Y sin embargo, estamos ante una obra citada en cualquier ensayo sobre los mal llamados vampiros menores, en fanzines especializados o en revistas con preferencias por desbrozar los siempre abultados sótanos del género. Personalmente, la primera referencia que tuve de esta obra fue hace ya bastantes años en una muy útil guía del terror que la revista Fangoria tuvo a bien publicar y que desafortunadamente careció de continuidad.


Una pareja acuden a un cementerio y son brutalmente atacados por Caleb Croft, un vampiro surgido de su tumba. El hombre muere asesinado pero la mujer es violada por el upiro en el interior de una tumba abierta. El vampiro escapa sin dejar rastro aparente. La mujer en evidente estado de shock decide tener al vastago al que alimentará con su propia sangre. Años después, James, mitad humano mitad vampiro, intenta dar con el paradero de su padre para vengarse de lo que le hizo a él y a su madre. Finalmente, le encontrará dando clases de antropología en la Universidad bajo el nombre de Arthur Lockwood. El combate final tendrá consecuencias funestas.


Si algo llama la atención en La Tumba del Vampiro es el salvajismo de su propuesta. Frente a otros intentos de actualización de los chupasangres que se hicieron en la misma época, el upiro presentado por John Hayes es un ser salvaje que mata, viola y se alimenta de sus victimas sin ningún espíritu romántico que le motive. Croft no seduce a sus victimas, como si lo hacen los vampiros clásicos de la Hammer o descendientes directos como Blácula o Yorga. Croft es el ente reencarnado de un vampiro que fue quemado en Salem unos siglos atrás y que utiliza el cuerpo de un asesino y violador que murió ejecutado en la silla eléctrica. Uno de los aspectos más interesantes de la película es que desconocemos el proceso de vampirización de Croft, idea que dota de misterio y gran entereza a su figura. El vampiro aparece perfectamente integrado en nuestro mundo dando clases y sin levantar sospechas. Solo la aparición de su hijo romperá este equilibrio. Su hijo James, sufre las consecuencias de ser un mestizo: humano y vampiro, puede controlar su sed de sangre y vivir bajos los rayos del sol aparentemente sin problemas. Su conexión con Blade surgido en fechas coetáneas en las páginas de Tomb of Dracula y Vampire Tales es más que evidente, exceptuando el aspecto racial que le imprimió secundariamente Marv Wolfman al cazavampiros de la Marvel.


Dos secuencias de Grave of the Vampire justifican el visionado de este film. Por un lado, su brutal inicio con el ataque de Croft a la pareja en el cementerio, precedido de una hermosa secuencia de créditos donde un pausado travelling recorre el neblinoso sepulcro de Croft mientras escuchamos sus latidos. Por otro lado, la secuencia final que describe el brutal combate de padre e hijo en la morada de Croft tras desencadenar una pequeña carniceria. Es un combate físico, brutal beneficiado por el contacto directo entre ambos actores que aprovechan las limitaciones propias del decorado. Un final ciertamente sensacional que pone un buen broche a esta singular propuesta.


Grave of the Vampire fue dirigida como hemos dicho por John Hayes, cineasta independiente poco y mal conocido que durante los 60 y 70, suministró a los drive-in y grindhouse con películas de diversos géneros (comedias, dramas generacionales, cine erótico, horror movies…). Entre sus obras terroríficas destacan la zombie-movie Garden of the dead (1974) o la desconocida Dream no Evil (1970). La película fue escrita por un primerizo David Chase, que por esa misma época trabajaba para la serie de TV Kolchak, y que posteriormente alcanzaría popularidad mediática con Los Soprano. Por último señalar que los dos papeles principales estuvieron interpretados por Michael Pataki , realmente excelente en su encarnación de Croft y un inesperado William Smith, cuyo rostro patibulario se ciñe perfectamente a la figura maldita de James.