sábado, 31 de octubre de 2009

XX SEMANA DE CINE FANTASTICO Y DE TERROR DE SAN SEBASTIAN


Desde hoy hasta el próximo día 6 de Noviembre, las calles de Donosti se tiñen de rojo sangre para acoger a uno de los festivales más divertidos del panorama nacional. Este año disfrutaremos de zombies nazis, bichos gigantes, Romero en 3-D, el regreso de Tetsuo, gore japonés, autopsias al cine patrio, bebes mutantes, misterios en las Bermudas, el mundo de H.R. Giger, salvajadas francesas, actividades paranormales, samurais innominados, misteriosas naves espaciales, el imprescindible 2000 maniacos, los Monty Python y sus locos seguidores, asesinos de vampiras lesbianas, un homenaje a la genial revista Metal Hurlant.....y alguna otra sorpresa. Si os acercais por allí estaremos.

jueves, 29 de octubre de 2009

BONES (2001)


La relación de Snopp Dogg con el cine ha sido variada aunque escasamente interesante. Un buen ejemplo de ello es Bones (2001), un film de terror completamente acondicionado a su persona donde salta a la vista su escasa prestancia actoral. A priori, la película era interesante: retomar el género terrorífico desde una perspectiva netamente racial e incorporarle algunos elementos contemporáneos para actualizar la propuesta. Jugamos en terreno conocido. Un intento de urban ghost story de evidente sabor afro y con la intención de crear una franquicia que vistos los resultados comerciales se quedó en las estanterías de la New Line Cinema.


La historia del filme gira entorno a Jimmy Bones, una mezcla de pimp y protector de un ghetto que en los años 70 fue asesinado al negarse a introducir una nueva droga en el barrio. Un cuarto de siglo después, un grupo de jóvenes vinculados con algunos de los implicados en su muerte, vuelven al lugar de los hechos con la idea de abrir una discoteca en el viejo cubil donde residió y murió Bones. Los errores de siempre provocarán la habitual venganza de ultratumba, bañada de generosas dosis de sangre.


Los principales responsables de este desaguisado son Adam Simon y Tim Metcalfe, participes de un guión repleto de lugares comunes, vacuas citas cinéfilas, chistes sin gracia, soluciones gratuitas con que resolver las idas y venidas del personal, y uso de argot callejero para conectar con el público juvenil. Lo más preocupante de la función es el vago retrato que hacen del propio Bones, cuya fuerza y motivación se va perdiendo a lo largo del metraje. La idea de crear una imagen mítica y legendaria naufraga de manera estrepitosa.


El director Ernest Dickerson hace lo que puede ante tan oscuro panorama y delega toda la propuesta a efectistas movimientos de cámara, consecuentes efectos especiales (con abundantes dosis de pintura roja), ocasionales hallazgos en el diseño de producción y cuidados ambientes siniestros muy bien secundados por su director de fotografía, el español Flavio Martínez Laviano.


Ante la desidia que provoca el visionado de la película, uno se puede entretener por reconocer los evidentes guiños cinéfilos que aparecen a lo largo de la película: desde la lluvia de larvas extraída de Suspiria, a la recomposición carnica de un esqueleto made in Hellraiser, pasando por los ambientes pesadillescos propios de la serie Freddy Krueger, claros ecos del Cuervo de James O´Barr, sin olvidar una versión remozada de la Mystery Machine de Scooby Doo, aunque aquí el cancerbero muerde y juega en el bando contrario.


La maravillosa Pam Grier, enlace de unión con la vieja blaxplotation, está completamente desaprovechada y sus apariciones carecen de la magia deseada. Y las potentes, Bianca Lawson y Katherine Isabelle dan poco juego a la hora de mostrar sus encantos. Por una vez el refrán se ajusta perfectamente a la hora de definir Bones: “perro ladrador poco mordedor”.


miércoles, 21 de octubre de 2009

BLADE TRINITY (2004)


David S. Goyer tomó las riendas de esta nueva secuela ante la negativa de Guillermo del Toro de volver a dirigir el nuevo título de la franquicia. No obstante, el nombre del cineasta mexicano aparece en los agradecimientos del film. En su doble faceta de director y guionista, Goyer opta por la continuidad de la fórmula que tan buenos resultados comerciales había dado en las dos anteriores películas. Las variaciones son escasas, la estructura básicamente es la misma y los añadidos o novedades tan previsibles como inanes. No se puede achacar completamente a la inexperiencia de Goyer tras las cámaras el decepcionante resultado de esta tercera parte. Simplemente su falta de personalidad como cineasta refuerza los defectos que ya tenían las anteriores obras y anula los aciertos visuales y ocasionales destellos de genio que aparecían de vez en cuando en las dos primeras películas. No olvidemos que estamos ante películas de producción donde las decisiones de un cineasta novel cuentan más bien poco aunque se trate del guionista en jefe de la franquicia.


El guión de Goyer vuelve a recoger aspectos y personajes de la mitología del personaje para utilizarlos de la manera más interesada posible. Blade cae en una trampa urdida por los vampiros y es detenido por las fuerzas de la ley, tras una movida refriega en la que muere Whistler. Los upiros por su parte han resucitado a Drake/Drácula el primer vampiro con el fin de obtener el suero definitivo que les haga caminar sobre la tierra día y noche. Un misterioso grupo rescatará a Blade de las garras de la policía e intentará hacer frente a la nueva amenaza.


Blade Trinity vuelve a apoyarse en un guión deshilichado que es el principal enemigo de la cinta. Las situaciones y secuencias se suceden por atona acumulación sin ningún tipo de estímulo que las lleve a su deseado climax. Los personajes se mueven por la misma lanzando dialogos y perlas supuestamente destroyer que provocan más hilaridad que el deseado contrapunto desmitificador. La voz en off que indica que lo que se cuenta en las películas de vampiros es un cúmulo de estupideces y que todo nació y murió con Blade no viene ratificada por el metraje posterior. La amenaza que se cierne sobre nuestros personajes pocas veces es detectada en pantalla.


A Goyer le preocupa más los andares cool de nuestros protagonistas en slow motion en sintonía con la marchosa banda sonora, las poses pseudoduras de los principales protagonistas y las rutinarias escenas de acción que al menos no son alargadas hasta la exasperación. E incluso se permite echar por tierra el magro erotismo que podría despertar la muy potente Jessica Biel, malogrado en irrisorias escenas muy cercanas a cualquier spot publicitario que se precie.


El otro gran defecto de la película es un abultado error de casting. El musculoso Dominic Purcell, mas habituado a las fugas carcelarias que a morder cuellos, podrá ser cualquier cosa menos el primer vampiro, el legendario Drácula llamado Drake para no levantar suspicacias, al que se relaciona con el Dagon o Dagan sumerio (interesante cita culterana que desafortunadamente se queda en eso). En lugar de ser el auténtico némesis de Blade, en pantalla tan solo se vislumbra como un entonado sparring que evita unos minutos la agonía del personaje en su buscado camino hacia el sacrificio redentor.


En cuanto a la versión remozada de los Nightstalkers, tan solo decir que cualquier parecido entre Hannibal King en los comics y el personaje nominal que interpreta Ryan Reynolds es mera coincidencia. Lo demás, como ya hemos dicho en ocasiones en otras películas guionizadas por Goyer, luce tan decorativo como carente de toda entidad. Quedémonos quizás con la única imagen inquietante del film: esa nave repleta de humanos utilizada como granja de abastecimiento por las temibles legiones de la noche. Una hermosa flor en la insaluble cienaga llamada Blade Trinity.

jueves, 8 de octubre de 2009

BLADE: CRECENT CITY BLUES (1998)

El regreso del gran Gene Colan al cazavampiros más popular de la factoría de las ideas, fue con un meritorio one-shot, con inevitable vocación para activar una serie regular y que precedió el estreno de la primera película sobre el personaje (fue publicado en marzo de 1998). En esta ocasión, no contó con la compañía cómplice de Marv Wolfman. Su sustituto fue el escritor Christopher Golden que realizó un estimable trabajo a la hora de actualizar las aventuras del personaje manteniendo los mejores elementos que le hicieron popular en los años 70. Basicamente, Golden y Colan devuelven a Blade sus señas de identidad, algo perdidas en sus anteriores combates al lado de los nightstalkers y en su última etapa en solitario (la serie de 10 números publicada entre 1994 y 1995).


Blade se traslada de Nueva York a Nueva Orleans para investigar un extraño complot que se extiende por los bajos fondos de algunas importantes urbes: el hampa está siendo vampirizado de forma metódica siguiendo un plan malignamente estudiado. Detrás de todo ello, se encuentra su archienemigo Deacon Frost, el vampiro que intenta sustituir a Drácula al mando del reino de la noche. En su aventura, Blade se encontrará con algunos inesperados aliados.


Crescent City Blues mezcla habilidosamente terror, misterio y acción a partes iguales logrando así una de las historias más equilibradas en la trayectoria del personaje. Las ideas de Golden son plasmadas con gran profesionalidad por el veterano Gene Colan sin que tenga la necesidad de reinventarse esteticamente. Las viñetas de Colan se muestran tan efectivas y en ocasiones tan fascinantes como lo hicieron en los años 70 en la mítica Tomb of Dracula.


Uno de los puntos fuertes es la recuperación de algunos de los personajes más importantes en la pequeña mitología del personaje. En primer lugar, lógicamente, el gran Deacon Frost, temible y escurridizo, nada que ver con la rejuvenecida presencia de diseño vista en el film de Norrington. Aquí es un peligrosísimo personaje cuyo poder está muy por encima del resto de contrincantes.


El otro gran acierto del guión de Golden es recuperar a algunos personajes anteriormente vinculados a Blade: su antiguo socio Hannibal King, detective vampiro dado por muerto en su ultima batalla al lado del cazavampiros negro, y Saffron Caulder, su antigua novia, que casualmente trabaja en Nueva Orleans para Donna Garth (hija de Simon Garth, el Zombie de la Marvel).


Por si alguno no quedaba suficientemente complacido con este estimulante comeback, Golden intoduce en la trama conexiones entre el vampirismo y el vudu, lo que da lugar a la aparición de Jericho Drumm, el Hermano Vudú y su archienemiga Marie Leveau, introducidos en la batalla entre los poderes de la noche y las fuerzas del bien.


Tan interesante propuesta, no tuvo continuidad dado los caminos divergentes que Blade (1998) siguió en la pantalla grande. El siguiente one-shot sobre el personaje, Blade: Pecados del padre (octubre de 1998), intentaba unir de manera infructuosa lo propuesto en Crescent City Blues con las innovaciones estéticas del personaje vistas en la película, todo ello al servicio de los imposibles lápices de Bart Sears, cuyo estilo en ningún momento de adecua con el cazavampiros negro. Disfrutemos de la contribución de Golden y Colan, en una hermosa y siempre fascinante Nueva Orleans, la admirable y auténtica crescent city blues.

lunes, 5 de octubre de 2009

BLADE 2 (2002)


En esta primera secuela, se intentó recuperar el tono oscuro y tétrico de los viejos comics de la Marvel, reforzando los elementos terroríficos de la trama. Para ello, se contrató a Guillermo del Toro, que utilizó muy bien los citados componentes, aunque el resultado final se saldara con la peor película de su filmografía. Además, el director de “Cronos”, perfecto conocedor del mundo de la viñeta, se mostró algo prepotente en sus comentarios en relación al trabajo de Wolfman y Colan. Es cierto que Blade no es una de las joyas del 9º arte, pero no por ello hay que tirar por tierra el trabajo de sus creadores cuando en muchos casos se vieron obligados a seguir las directrices de la compañía.


El guión de David S. Goyer vuelve a hacer agua por todos los sitios. En esta ocasión, y tras rescatar al desaparecido Whistler de las garras vampíricas (en una de las ideas más estúpidas y carentes de interés que se recuerdan), Blade deberá aliarse a sus letales enemigos para combatir a una nueva especie de chupasangre que se alimentan de humanos y upiros, los raptors. Un wild bunch bastante irritante será formado para intentar acabar con la amenaza.


Blade 2 contiene alguno de los mejores momentos de la trilogía. Es muy reseñable la parte central del film, ambientada en Centroeuropa y donde del Toro lleva la historia a su terreno generando un universo malsano y goticista claramente influenciado por uno de los asesores creativos de la película: el gran Mike Mignola. La soberbia secuencia en las alcantarillas y el tempo conseguido anteriormente en las escenas precedentes son muestra de la maestría del cineasta. También es muy destacable la presentación de Blade al comienzo del film, en una secuencia donde se muestra claramente el virtuosismo del equipo técnico. Otro aspecto reseñable y que entronca con otras obras de Guillermo del Toro, son los lazos familiares que se crean entre los principales personajes de la obra, una insólita lucha de antagonistas donde al amor, la traición, el odio y el juego de lealtades tienen evidente cabida.


En esta ocasión, el look del film cambia considerablemente en relación a la película de Norrington. Si allí se utilizó una paleta de tonalidades apagadas que resaltasen en todo momento la gelidez y aspecto high tech de muchos escenarios, aquí del Toro y Gabriel Beristain dotan al film de mayor calidez en la gama cromática, utilizando ocres, amarillos, rojos y azules que refuerzan su condición de película-comic. Estos aspectos quedan realzados en todos los interiores del film reforzando así su atmósfera claramente claustrofóbica y opresiva.


Guillermo del Toro se aplica de manera artesanal y honesta, ante un proyecto netamente de encargo. Sin embargo, su profesionalidad no consigue hacernos olvidar las debilidades argumentales, los pésimos diálogos, los banales trucos de cara a la galería, amén de regalarnos un tercio final al servicio de la instrucción marcial de Wesley Snipes, tan aburrido y alargado, que desmerecen los logros citados anteriormente. Es muy evidente, que David S. Goyer pocas veces consigue conjuntar bien sus historias, y muchos de sus guiones funcionan más como acumulación de ideas y situaciones (en ocasiones estupendas), antes que por un desarrollo equilibrado y metódico de lo que se nos cuenta. Realmente Blade 2, busca ser un vistoso entretenimiento para todos los gustos, peros sus resultados están muy por debajo de lo que en ocasiones se apunta.


viernes, 2 de octubre de 2009

BLADE (1998)


El personaje creado por Marv Wolfman y Gene Colan, pronto llamó la atención del mundo del cine, destacando una producción que ya a mediados de los 70, el insigne Roger Corman no consiguió sacar adelante. Puestos a soñar, hubiese sido interesante ver lo que en ese momento se hubiese logrado, sin un ambiente tan viciado por adaptar cualquier viñeta al celuloide ni intentar apuntarse al vagón de la modernidad. Una producción de la New World, en su momento más productivo, dirigida por uno de los jóvenes cachorros de Corman (cada uno que elija su preferido), adaptando por poner un ejemplo el enfrentamiento del cazavampiros contra la legión de la muerte y protagonizada por el gran Bernie Casey (esta es una elección personal). De alguna manera, se hubiese devuelto el favor al comic: Gene Colan se inspiró en actores como Jim Brown para darle un empaque físico al personaje.


En los 90, New Line compró los derechos del personaje y llevó a buen puerto el film. Un aspecto francamente curioso dado el carácter secundario que nuestro cazavampiros tiene dentro de la mitología creada por la factoría de las ideas. Sin embargo, su éxito comercial supuso el pistoletazo de salida para que Marvel llevase su amplio catálogo al mundo del celuloide. Aunque se barajaron varios nombres para dirigir la película (Ernest Dickerson, Sam Raimi y David Fincher entre ellos) fue Stephen Norrington el que finalmente convenció a los productores para hacerse con las riendas del film. Del libreto, se ocupó todo un experto en estas lides, el desigual y en ocasiones temible David S. Goyer, nombre vinculado a algunas adaptaciones superheroicas made-in-Hollywood (la secuela del Cuervo, el telefilme de Nick Furia, los nuevos Batman, Ghost Rider) aunque su mejor trabajo como escriba sigue siendo Dark City. Goyer y Norrington se tomaron bastantes licencias a la hora de trasladar al cazavampiros negro a la pantalla, variaciones que fueron siempre apoyadas por Stan Lee, aunque en ocasiones se desvirtuase la esencia misma del personaje.


Blade narra la historia de un híbrido de ser humano y vampiro (su madre fue mordida por un ser de la noche antes de dar a luz) en su enfrentamiento contra el mundo de los nosferatu. Para no caer en un proceso regresivo y acabar convertido en una de sus odiados enemigos, Blade debe alimentarse de un suero especial. El caza vampiros es el mayor enemigo de la nación vampira, el mítico daywalker cuya condición es anelada por todos ellos. Azote de chupasangres, experto en su selectivo exterminio, ayudado por tan solo por unos pocos elegidos (entre ellos, su mentor Whistler), Blade tiene que enfrentarse a Deacon Frost, un temible vampiro que aspira a controlar la tierra y a hacerse con las riendas del mundo de la noche.


A pesar de sus buenos momentos, especialmente la descripción de todo lo referente a la organización secreta del mundo de los upiros, y al buen hacer de Wesley Snipes (algo más cargante en las secuelas), Blade (1998) es un excesivo galimatías de cine vampírico, gore, neogoticismo, incómodas intrusiones de acción hongkonita, vindicación blaxploiter y estética high-tech. Resumiendo, postmodernidad superheroica bañada lógicamente de evidentes postizos levemente intimistas (la tortuosa condición bipolar del personaje) y juego metalingüísticos tan inminentemente efectivos como fatuos. Se echa de menos en muchas ocasiones, la ingenuidad con la que el personaje fue retratado en las viñetas setenteras, en los añejos magazines de terror de la compañía Marvel.


Quedan para la posteridad algunos excelentes momentos: la incursión de Blade en plena orgía sanguinolenta en la secuencia inicial de la película (con la presencia excesivamente recortada de Tracy Lords), la ejecución de Udo Kier a plena luz del sol llevada a cabo por la joven y ambiciosa camada, y un epílogo ambientado al otro lado del finiquitado telón de acero. Un gran éxito comercial, perfectamente estudiado por sus máximos hacedores, que tuvo secuelas de todo tipo.