viernes, 29 de noviembre de 2013

STRAIGHT TO HELL (1987): MCMAHON GANG









STRAIGHT TO HELL (1987): VELMA






COURTNEY LOVE AS VELMA

STRAIGHT TO HELL (1987): SIMMS





JOE STRUMMER AS SIMMS

STRAIGHT TO HELL (1987): NORWOOD





SY RICHARDSON AS NORWOOD

STRAIGHT TO HELL (1987)

 Para mi amigo Rafa Barrientos que aguantó el envite.

Una gran broma. Un accidente. Una gran juerga. Una gigantesca tomadura de pelo para los no iniciados. En los 80 estas cosas sucedían. Ahora con la dictadura de las productoras televisivas, una obra de estas características sería imposible...salvo desde la combativa rama del cine low-cost via autofinanciación. El propio Alex Cox lo definió bien al hablar de sus últimos proyectos: micropelículas. El director británico tras el rodaje de "Sid & Nancy" (1986) se vió efrascado junto con su compinche Eric Fellner en una idea bastante arriesgada. Juntar a un grupo de músicos y simpatizantes de la causa Sandinista para realizar una gira por el el pais centroamericano y rodar un documental sobre el evento. El asunto sonaba bien. La parte artística estuvo de acuerdo y se acordaron unas fechas para el evento. Sin embargo, falló el respaldo económico; aseguran por las presiones del gobierno británico de la época. ¿Qué hacer con un puñado de músicos semicontratados para unas semanas de verano? Una película.

 
Alex Cox y Dick Rude escribieron a contrareloj un guión para ser rodado en Almería y como particular homenaje al spaguetti-western. El director había escrito una tesis sobre el tema que posteriormente fue publicada: "10000 ways to die". De esta forma, y con un montón de películas en la cabeza surgió una historia llamada "The legend of Paddy García" que mutó constantemente en su traslación en imágenes. El presupuesto necesario para el film lo soltó Island Pictures convencida de las posibilidades del proyecto dada la nómina de músicos que aparecían. Algún directivo tiene que estar aún arrepintiéndose de ello....

 
Tres delincuentes bastante torpes acompañados de la mujer embarazada de uno de ellos, asaltan un banco durante su huida después de chafarla en su anterior trabajo. El cuarteto huye por una zona desértica y acaban con sus huesos en un poblacho habitado por una galería bastante excentrica. El lugar lo controlan los MacMahon, un clan descerebrado de brutales facinerosos adictos al café. Para salir vivos del lugar tendrán que soportar las embestidas de los lugareños en su constante clima de sangre, sexo y violencia gratuita.

 
Siendo objetivos, "Directos al infierno" (1987) es una obra indefendible. Una mezcla de comedia, thriller, neo-western, humor díscolo y situaciones surrealistas que pueden poner en aprietos al espectador más voluntarioso en este tipo de propuestas. Sin embargo, es toda una rareza para la época. Estamos más cerca de un corto alargado donde se intentó plasmar el ambiente festivo en que fue realizado más que una historia coherente de raigambre cinéfila. Cox aprovecha el escenario en que quería rodar y da rienda suelta a un buen puñado de exabruptos que ironizan en todo momento el propio cine que pretende homenajear. Ese distanciamiento no es ajeno al director. En "Repo-man" (1984) su opera-prima oficial  jugó con cartas similares: la comedia adolescente de la época, la ciencia-ficción de los 50, el movimiento punk o el formato sugerente de "road-movie". Y quien haya seguido su posterior obra conoce perfectamente la querencia de Cox por mezclar elementos contrapuestos en un mismo relato obteniendo resultados tan gratificantes como discutibles.

 
Siendo subjetivos, "Straight to Hell" (1987) es un disfrutable guilty-pleasure. Recreación constante en los aspectos más feistas del relato, tiroteos sin venir a cuento, muertes para enredar las situaciones más delirantes, personajes enloquecidos sin razón vital alguna, aullidos nocturnos y armónicas desafinadas como sonidos estridentes del lugar, cantantes decadentes con la virtud del ridículo, vendedores de salchichas con vocación masoquista o sacerdotes amantes del crucifijo y la pistola. Este desvergonzado mejunje acaba en un baño de sangre al salir el sol cuando las alimañas del terruño desatan sus instintos más primarios en busca de venganza y del vil metal. Por el camino hay tiempo para los festejos nocturnos, las procesiones funerarias, las pasiones adulteras, los amoríos a primera vista, y las frases lapidarias. Más que una ficción, sus protagonistas parecen estar escenificando un estruendoso happening en un mugriento y olvidado poblado como invocación de ultratumba de una forma desaparecida del arte fílmico.  

 
Los que tengan a bien acercarse a esta obra podrán disfrutar con algunas de sus presencias. Desde su cuarteto protagonista encarnado por el afroamericano Sy Richardson, el finado Joe Strummer, Dick Rude y la mismísima Courney Love, pasando por la genial banda irlandesa The Pogues, los más reconocibles Miguel Sandoval y Xander Berkeley, y terminando por lustrosas apariciones para dar empaque indie al conjunto y disfrutar de la fiesta montada (Dennis Hopper, Jim Jarmush, Elvis Costello o Grace Jones). Lástima que se olvidaran de rodar un making off de la película: el resultado  habría sido más ineresante que este singular viaje al infierno almeriense.

 
Un último apunte. La película tuvo un accidentado paseo por las pantallas y fue inencontrable durante mucho tiempo a pesar de su perfecta condición de midnight-movie. Algo parecido sucedió con su entonada banda sonora. En el 2010, la obra fue rescatada y restaurada bajo el título "Straight to Hell Returns" apareciendo al final en formato digital además de ser exhibida nuevamente en algunos festivales. De la secuela planeada y anunciada en los créditos bajo el título "Back To Hell" nunca más se puso y del supuesto filme que iba a cerrar la trilogía "Let´em burn!" solo tenemos testimonio de su existencia en alguna entrevista con el director. En resumen: La vida no vale nada.

lunes, 18 de noviembre de 2013

MARIE QUEENIE LYONS: SOUL FEVER


Emerge un rostro de la más absoluta oscuridad en la portada del LP. Una nueva señal que añade misterio al contenido. Minimalismo estético en estado puro. Una franja amarilla curvada con el título del album y su nombre artístico (¿será también el real?) corona a esta fascinante cantante negra. En las notas que acompañan al disco pocos datos. Un enigma sureño que publicó un solo trabajo en 1970 y desapareció posteriormente ante la falta de interés o la acumulación de cantantes similares en su época. La Lyons era originaria de Louisiana y si fueramos amantes de la leyendas diríamos que hizo un pacto con el diablo o con el barón Samedi para que su voz cruda y melódica alcanzara un timbre tan especial como inimitable. Como si cruzaramos a la gran Aretha Franklin con la turbulenta Janis Joplin. Si me permiten tal comparación.

 
Marie Quenie Lyons se dejó la piel y las cuerdas vocales en el circuito Chitlin desde su primera aparición en 1963. Durante esa década trabajó como corista en la banda de King Curtis así como para otras figuras hoy legendarias como Fats Domino, Jackie Wilson, Jerry Lee Lewis o The Coasters. Su encuentro con James Brown tuvo que ser decisivo porque su único trabajo en solitario lo grabó para Deluxe, una subsidiaria del sello King (unido de manera indisoluble al padrino del soul). 

 
"Soul Fever" deja huella en sus apenas 35 minutos. Un trabajo impresionante donde la fuerza vocal de esta malograda diva de la música negra registra toda su fuerza en 12 cortes de lo más variado. Un vigoroso combo de desgarrado soul y R&B, que brilla tanto en sus baladas como en los temas a medio tiempo. Desde el soul inicial y urbanita  "See and Don´t See" que tiene su replica posterior en "I don´t want nobody to have it but you" pasando por los sonidos más clásicos de "Daddy´s House", "We´ll cry together" o "You used me", temas más bailables y rítmicos como "You´re thing ain´t no good without my thing", "I´ll drown in my own tears" (donde su portentosa garganta alcanza cotas insuperables) o Your key don´t fit it no more", su entonada versión del reconocible "Fever", o la brillantez alcanzada tanto en "Snake in the grass" como en los  temas que cierran el album, el elegante  "I want my freedom" o el emotivo "Try me".

 
Tan portentoso trabajo no recibió el eco esperado en su momento procando la desaparición de su protagonista. Sin embargo, esta joya de la música negra resistió decadas conviertiéndose en pieza de culto de DJ´s y seguidores de la música negra siendo rescatado a finales de la decada pasada por el sello Vampisoul en edición doble: LP y formato digital. Pocas veces una reedición ha estado tan justificada.