Dentro de las películas de terror que el cine afroamericano
desarrolló en la década de los 70, Ganja and Hess (1973) era una de sus obras
más desconocidas. Su difícil acceso a ella, su estreno casi invisible, el
protagonismo de Duane Jones y Marlene Clark la hacían a priori una cult-movie
de apetecibles sugerencias. Su rescate reciente, a partir de una copia integra
que restituía cerca de media hora cercenada en su versión estrenada, devolvía
lustre a una de las más buscadas películas de los aficionados al “Black
cinema”. Sin embargo, su visionado nos desvela resultados inesperados aunque
poco satisfactorios.
Este filme cuenta la historia del Doctor Hess arqueólogo
contaminado de una enfermedad milenaria. Hess fue apuñalado por un extraño
mientras estudiaba la antigua civilización africana de Myrthia. Tres
cuchilladas: una por Dios Padre, otra por su Hijo y una tercera por el Espíritu Santo. Observamos su tragedia personal al no poder controlar las reacciones
impulsivas de su adicción. Asistimos a su envenenada historia de amor fou con la viuda de unos de sus colegas
(adicto al suicidio). Y nos desconcertamos con su inesperada reconversión a la
luz en forma de cruz desnuda. Un hastío que le lleva a su definitiva
sustitución relevado por una especie suprema (la viuda negra asqueada de su
condición pero cautivada de los placeres de la nueva carne).
Suena pretencioso y la película lo desarrolla de esa forma.
Bill Gunn, actor, escritor y director dedicado al mundo teatral, utiliza
rebuscadas soluciones visuales, momentos oníricos, bloques precognoscitivos,
reflexiones en off, trucos de montaje, soluciones de impacto que contenten al
espectador erudito (tuvo una calida recepción en Cannes) antes que al público
habitual.
Ganja and Hess (1973) es una obra experimental que se
aleja de cualquier vertiente genérica. Se acerca a lo introspectivo antes que a
los modos expresivos del cine de horror. Busca el sentido emocional por encima
del estimulo terrorífico. Usa la temática vampírica como pretexto para tratar
el pecado, la traición, el adulterio, el sentimiento de culpa, la adicción y la
religión. También se vertebra la idea de nuestra vinculación con el legado de
nuestros ancestros, en este caso maldito y en última instancia, mortal. El
lenguaje utilizado es caprichoso y hermético, poblado de imágenes sugerentes y
sonoridades, que curiosamente acaban regresando una vez finalizada la
proyección.
El resultado desagradó a los productores que no supieron
que hacer con semejante criatura. Ellos esperaban una pieza convencional de
terro afroamericano y se encontraron con una obra de tesis, confusa y compleja,
con incidencia final en la religión y en la liberación sexual a través del
sacrificio. Lógicamente, la película se
estrenó remontada y mutilada en salas poco aptas para ella. Como sucede con
“Sweet sweetback baadasssss song (1971), este extraño filme vampírico es una
pieza trufada de experimentaciones a las que el tiempo no ha tratado bien.
Destacar por encima de todo a su duo protagonista: el gran Duane Jones y la
magnética Marlene Clark. El resto para completistas o degustadores de piezas
envenenadas.
Un último detalle para comprender su condición de “rare
blaxploitation”. A lo largo de los años, el filme tuvo distintas ediciones con
diferentes metrajes y diversidad de títulos. Esto dio lugar a confusiones y a
considerar la existencia de varias películas cuando la realidad era bien
distinta. Ganja and Hess (1973) ha
sido restrenada o editada en video con los siguientes títulos: Black Evil, Black Vampire, Blood Couple, Double Possession, Vampires of Harlem
y
Blackout: the moment of terror.
Lo mejor: su pareja protagonista, su deseo por alejarse de
lo habitual y su capacidad de sugerencia.
Lo Peor: su lenguaje narrativo ha envejecido muy mal.
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