El salto de calidad se dió con “Claus & Simon en
Hollywood”, primera historia larga de la pareja, situada en la decadente
Tinseltown de finales de la década de los años 30. A modo de recorrido iniciático, el cómic
radiografiaba con inusitada destreza el ambiente festivo de la ciudad de los sueños acumulando en su trayecto luces y sombras, amén de todo
tipo de citas cinéfilas. Esta inolvidable y ficticia película, tiene como
maestro de ceremonias a Dalton Fassbender, un émulo del inolvidable Douglas
Fairbanks añorante de sus mejores años y de sus acrobáticas actuaciones. Claus,
apellidado para la ocasión como Cagney, acompaña a Simon Channing (el
dinosaurio de las mil caras) a uno de los míticos festejos nocturnos celebrado
en la lujosa villa de Leo C. Samuel. Arcas, a modo de demiurgo felliniano,
coloca en este guateque sideral una variopinta representación de personajes de
la época: Long and Short, pareja cómica y de hecho; la ex-diva Sally Dubois,
que enloquece de amor ante la fantasmal aparición de su adorado Rodolfo
Valentino; Scotty Duran que esconde su indumentaria tenística bajo un ajustado
esmoquin y el encantador Theo Winme, que sonríe a todo el mundo pero sufre como
nadie.
A lo largo del festín habrá sesiones de hipnosis a cargo del gran Salemo
(psicólogo antes que futurólogo), amores a primera vista, gángsters chuleando a
precoces actrices y números musicales a ritmo de swing. Acuña ilustra todas
estas interioridades con apreciable gusto por el detalle y una elegante
cadencia que se recrea en cada viñeta. El humor no evita el dolor ni la
nostalgia por los tiempos pasados aunque la vejez, el fracaso y el alcoholismo
se mueven como auténticos protagonistas del envite. Como en todo buen festín
cinematográfico la piscina ejercerá de última atracción en la agónica velada a
la que gustosamente hemos asistido y las primeras luces del amanecer mostrarán
los efectos de la juerga: borrachos, durmientes, tazas de café y un inesperado
suicidio (el simpático Theo Winme ahorcado de su manchada corbata). Claus y
Simon acompañados de Dalton Fassbender abandonan taciturnos el lujoso palacete
hollywoodiense concluyendo así su provechoso viaje a la siempre sugerente
Babilonia californiana. Una insuperable pieza de orfebrería clásica.
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