martes, 17 de junio de 2014

BROTHERS (1977)


No todo el cine afroamericano de los años 70  se basó en  descargas de chulería callejera, comedias picarescas o terrores al gusto de la época. Hubo propuestas más esquinadas que transitaron aspectos ideológicos y sociales afines a las preocupaciones de la comunidad negra. Son obras menos lastradas por los aspectos comerciales pero resultan más gratificantes en conjunto que otros títulos más reconocidos. Un buen ejemplo de lo que comentamos es Brothers (1977), un título que recreaba con sus lógicas variaciones dramáticas el caso del preso-militante negro George Jackson y su relación con la activista Angela Davis. La película fue dirigida por el documentalista Arthur Barron que imprimió a las imágenes del film un encomiable tono realista muy acorde a lo narrado. Además tuvo el acierto de contar con un trío de excepción delante de las cámaras que ofreció un encomiable trabajo dramático: Bernie Casey, Vonetta McGee y Ron O´Neal.
David Thomas es encarcelado al verse involucrado en un robo que realmente no cometió. En prisión su comportamiento se endurece dadas las condiciones que observa dentro. Los afroamericanos sufren la evidente privación de libertad a lo que se añade el tratamiento racista ejercido por las instituciones y por los presos blancos. La lucha por la supervivencia es diaria. Su compañero Walter Nance será su aliado y mentor en esta resistencia. La oscura muerte de Nance entre rejas hará que Thomas busque otras alternativas, entre ellas dar a conocer su situación en el exterior. Una profesora universitaria y activista, Paula Jones, le ayudará en su cometido.
Aunque los nombres y los lugares se cambiasen en el guión, la historia que narra Brothers (1977) era perfectamente conocida por la población negra. El caso de George Jackson y los "Hermanos Soledad" fue (como vimos en nuestro anterior post) uno de los muchos puntos oscuros del sistema judicial norteamericano durante los 60 y 70. El film expone con voluntad crítica y hagiográfica la situación de las prisiones durante la década de los 60 y primeros 70, y la influencia que tuvo la lucha por la igualdad de los derechos civiles dentro de las cárceles. Transitamos las vivencias de Thomas-Jackson, su toma de postura ideológica, la lucha que acaba liderando, su sufrimiento y la creación de su discurso propio a través de la escritura.
La mirada de Barron es acertada y efectiva aunque un tanto aleccionadora. Muestra con cercanía y sin estridencias el día a día en las prisiones esforzándose en el retrato de sus principales protagonistas y sin olvidar la perspectiva histórica. Narra hechos recientes sucedidos en años recientes y del que alguno de los personajes sufrían aún sus consecuencias. Su experiencia en el campo documental ayuda a encontrar el tono necesario para la historia que nos cuenta. Los actores encarnan con convicción unos roles bien afianzados por un guión ajustado y con escasas fugas dramáticas. No hay salidas humorísticas ni complacencias de cara a la galería. Los hechos suceden según el principio de causa y efecto. Se muestra la lucha y la resistencia contra el sistema  de manera lúcida y sin fracturas. Se alienta la visión un tanto sesgada del conflicto sin que se logre emborrornar el motivo que la sustenta. No estamos ante una obra que combata racismo con racismo.
Brothers (1977) es un filme cercano a los postulados con que suele premiar la "Academia Americana de Cine" a las obras que se hacen dentro de sus fronteras: un tema importante, buenas interpretaciones, realización compacta sin alteraciones...Sin embargo, no parece que la resbaladiza propuesta funcionase en su momento. Cuando se estrenó, el negocio había vuelto la mirada al espectáculo epidérmico y los "moteros tranquilos" estaban en franca decadencia. El cine afroamericano estaba dando sus últimos coletazos y aunque estamos ante una de sus obras más representativas (con tres de sus grandes figuras en el reparto), la película de Arthur Barron tuvo que esperar el paso del tiempo para ser reconocida como un clásico de la "Blaxploitation", aunque esta etiqueta se le quede pequeña para el auténtico valor de la propuesta.

De su excelente póster se ocupó el genial Saul Bass, aportando una de las señas de identidad del filme. La banda sonora corrió a cargo de Taj Mahal no muy valorada en los circulos "blaxploiter" pero singular en cuanto a sonoridades y matices. Del guión y la producción encontramos a Edward Lewis hombre vinculado al cine de John Frankenheimer en los sesenta y a títulos tan importantes como Espartaco (1960, Stanley Kubrick), El ültimo atardecer (1961, Robert Aldrich) o Desaparecido (1982, Costa Gavras).


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