El policíaco italiano estalla en los años 70 a partir del éxito de La Policía agradece (1972, Stefano Vanzina) título que vertebra las inquietudes que desde finales de la década anterior estaban desarrollando una serie de obras: una mezcla de thriller político, relato de acción desbocado, gotas de drama social, neonoir al gusto USA (callejero, sucio, amoral) que actualizaba las "operas" de sangre y pólvora ambientadas en el viejo Oeste americano que con regusto pulp e historicista los cineastas italianos habían frecuentado con éxito. Lejos de emular la lírica de sus homólogos franceses, la Italia armada optó por pulsiones más desbocadas, embrutecidas y con ocasionales destellos de genio que la diferenciaban del resto de producciones continentales e isleñas. Surge por tanto una nueva rama genérica en el momento en que el eurowestern empieza a languidecer entre parodias, comedias y bastardos encalzonados. Como siempre, la producción transalpina fue rápida, variada, excesiva y agotadora como tantos otros filones utilizados en el cine italiano.
De los nombres que consolidaron el nuevo fenómeno destaca especialmente Fernando di Leo, nombre fundamental del cine B europeo. Di Leo había dejado su impronta como guionista en diversos westerns que le colocaron como uno de los nombres más solicitados y reconocidos de la época (trabajó para Leone, Tessari y Corbucci entre otros). Sin embargo su debut en el largometraje se produce con un filme bélico (Rosas Rojas para el Führer, 1967) al que siguieron un par de dramas eróticos (Brucia Ragazzo Brucia, 1968 y Amarsi Male,1969) que no hacían ver su posterior dedicación al policíaco, aunque su sello noir ya había aparecido en varias películas de Mino Guerrini. Lo primero que debemos señalar es que la obra de Di Leo en su conjunto es una filmografía irregular, variada y en muchos casos poco acomodaticia. Prima la idea de guión a su desarrollo visual, la efectividad narrativa al regusto manierista. Su cine policiaco se aleja casi siempre de las corrientes de moda habituales en el noir italiano. Su retrato del hampa se contrapone al "familiario coppoliano". Sus gangsters son tipos vulgares de vestimenta chillona que frecuentan tugurios de mala muerte, almacenes sucios y tristones, aparcamientos poco aseados, utilitarios made-in-Italy y cuya rutina diaria es regida por los instintos más primarios para sobrevivir en las junglas de asfalto. Los capos cuando aparecen (rara vez) aparecen en estancias solitarias, oscuras, presididas por cruces y mobiliario antiguo, lo que les asemeja a vampiros resucitados en una sociedad alternativa a la que les toca vivir. En otras ocasiones son situados presidiendo consejos de administración de fictias corporaciones internacionales de oscuros intereses económicos.
Destaca especialmente en Di Leo el uso de la violencia: seca, cortante, directa y poco gratificante. Sus golpes duelen, sus asesinatos molestan, sus peleas son embarulladas, sus muertes no son nada épicas. Sus personajes son captados desde una visión fatalista que les lleva a actuar de forma imprevisible e incluso llegando a traicionar los valores en los que creen. Está visión gélida sucumbirá con el tiempo a una ironía picaresca que será el motor principal de las actividades criminales. La mujer genera en sus cine curiosas y sugerentes ambivalencias: desde la ocasional misoginia a la evocadora atracción por la femme fatale, las mujeres son víctimas propiciatorias del sistema y la corrupción que las toca vivir, si bien saben emplear las mejores armas de las que disponen. Son habituales en sus películas las disgresiones e incluso momentos humorísticos que rompen la intensidad del conjunto pero que añaden un cierto pintoresquismo mediterráneo a los habitantes de sus ficciones. Di Leo tuvo buen gusto a la hora de escoger a los actores y actrices de sus películas, creando una particular factory con algunos de ellos (Henry Silva, Woody Strode, el inenarrable Vitorio Gaprioli, Omero Capanna, Gilberto Galimberti, Mario Adorff, Luc Merenda, Pier Paolo Capponi...).
En las próximas entradas realizaremos un breve recorrido por una filmografía singular, un tanto desigual aunque repleta de inesperadas sorpresas.
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