viernes, 20 de abril de 2012

SOMBRAS EN LA OSCURIDAD (1970)

En recuerdo de Jonathan Frid (1924 - 2012)


Creado como solución de última hora para salvar de la quema a una peculiar serie televisiva que navegaba sin rumbo fijo, Barnabás Collins es uno de los vampiros más interesantes surgidos en la pequeña pantalla. Dentro del culebrón "Dark Shadows" reformó la propia ficción creada y lo convirtió en algo distinto. Un personaje magnético, misterioso, elegante, maquiavélico y maligno, que se movía por instintos muy humanos a pesar de tratarse de un ser de ultratumba. En el retrato de familia de Collinwood, Barnabás era la pieza que hacía falta para que todo el engranaje de maldiciones, odios, amores, rencores y enigmas lograsen encajar.


Lo que funcionaba en TV podía funcionar en pantalla grande y Dan Curtis tuvo la oportunidad de llevar al cine a su criatura en una película que funciona como versión resumida de lo acontecido en la serie (desde la llegada del vampiro) y a la vez, como excelente acercamiento para los que desafortunadamente no llegamos a ver la ficción televisiva. El resultado es uno de los mejores filmes de vampiros del periodo cuya especial personalidad sigue inalterable a pesar de haber transcurrido más de cuatro décadas.

Collinwood es una estraña mansión habitada por una familia de oscuros misterios. Willie Loomis (el Renfield de la ficción) cree haber dado con la pista de un tesoro perdido que la acaudalada familia Collins mantenía en secreto. Excavando en el cementerio familiar termina por liberar a un vampiro que lo ataca y lo convierte en su esclavo. Muy pronto el ser recobra su aspecto humano y se presenta ante la familia como Barnabas Collins, un primo lejano de Inglaterra. Su llegada desencadenará una serie de imprevistos sucedidos y muertes en la zona. El vampiro cree encontrar a la reencarnación de su amada novia (fallecida antes de la boda) en la institutriz de la casa y una doctora asegura tener la cura para su enfermedad....

Aunque Barnabás es el centro de esta peculiar peripecia, la auténtica protagonista de la historia tanto en el cine como en la pantalla catódica es Collinwood, una extraña mansión de reminiscencias anglosajonas que se convirtió en centro neuralgico de todo tipo de fenómenos extraños. Entre sus paredes moraron upiros, zombies, hombres lobo, fantasmas, brujas... y cualquier monstruosidad que pudiesemos pensar. El lugar decadente, siniestro y olvidado parece una extraña anomalía representada junto al mar, cuyo boscoso entorno esconde abandonadas reliquias de un pasado floreciente aunque maldito. En ese aspecto, Collinwood parece una imagen paralela de otro lugar fascinante y no menos ominoso: Manderley, la mansión británica creada por Daphne Du Maurier.

Por lo demás en esta imagen crepuscular, romántica y decadente del vampiro cabe destacar la prestancia del inolvidable Jonathan Frid, cuyo rostro y figura hechizan al resto de personajes sin perder un apice de su malignidad. Barnabas Collins es un vampiro muy humano pero que nunca abandona su maldad, aunque muchos de sus propositos sean nobles y compartidos por el espectador. Es esa fascinante dicotomía la que conectó perfectamente con el público convirtiéndole en un icono entre los seguidores más jovenes que eran los que seguian y devoraban la longeva (en cuanto a episodios) serie.

Dan Curtis figura clave de la televisión fantástica de los años 70, reincidiría posteriormente en la figura del vampiro en otras logradas ficciones (su "Drácula" o la primera película de "Kolchak", esta última dirigida por John Llewellyn Moxey) pero es Barnabás Collins su más lograda apuesta por emparentar el pasado y el presente de las míticas criaturas de la noche.

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