Retrocedamos en el tiempo. Como no podría ser de otra forma, el terror también infectó el cine afroamericano de los 70, ya sea extrapolando nombres básicos del género (Drácula, Frankenstein, Jekyll & Hyde…) o desarrollando temas clásicos del mismo (zombies, posesiones, monstruos mutantes…). Los resultados (ya lo hemos comentado en alguna otra ocasión) no fueron precisamente muy satisfactorios, aunque siempre hubo las lógicas excepciones y algunos delirios a retener. Títulos como Blackenstein, Sugar Hill o Abby son buen ejemplo de una época en que la sangre tuvo color negro.
La aparición de Blacula (1972) es interesante por varios motivos. Por un lado,
Frente a un proxeneta escapado de la justicia y perseguido por todos, un camello negro de armas tomar o un detective de color impartiendo justicia de manera implacable, nos encontramos aquí con el principe Mamuwalde, vampirizado por el mismísimo Conde Drácula (de actitudes racistas nada sospechosas), maldito a su pesar que resucita en nuestros días vagando por las calles en busca de sangre y de su amor perdido. Blacula sigue las pautas clásicas del típico film de vampiros: chupasangre revivido por la imprudencia de dos anticuarios gays, encuentro fortuito con su antagonista (el doctor Gordon Thomas, negro para más señas) y la aparición en escena de la supuesta reencarnación de su amada Luva. El previsible love-never-dies no tendrá efecto y Blácula perecerá en un inesperado acto suicida que sorprende en un film de sus características. Estamos, por lo tanto, y con permiso de Paul Naschy ante el primer vampiro romántico del cine moderno, cuya condición racial le imprime un insólito aspecto reivindicativo.
Blacula supone un nuevo intento por actualizar la imagen del vampiro en un contexto contemporáneo. El principe Mamuwalde visita clubs nocturnos con capa de mode pero al ritmo ambiental de los impresionantes The Hues Corporation, que animan con su presencia todas las apariciones del upiro en el local. El vampiro cometerá una serie de crímenes que son investigados de manera infructuosa por la policía aunque finalmente, asediaran a nuestro chupador nocturno como si fuese un vulgar criminal. La elegancia y compostura del actor William Marshall se ve en ocasiones fuera de lugar, como si el actor visitase el set de una película que no le corresponde. Este detalle provoca momentos francamente delirantes y divertidos amen de ocasionales apuntes netamente psicotrónicos (“Este tío es muy raro…” cita en más de una ocasión Skillet, único personaje que parece consciente ante el despropósito al que estamos asistiendo).
Destaquemos algunos momentos puntuales, como los diversos ataques de los vampiros, la histeria final provocada por los mismos y el citado suicidio del protagonista, algo francamente novedoso en la temática desarrollada. Lo mejor de la función sin lugar a dudas, son sus excelentes títulos de crédito a cargo de Sandy Dvore y la estupenda banda sonora de Gene Page, donde destacan los temas cantados por The Hues Corporation (There he is again, I´m gonna get you y What the World knows).
Drácula negro (1972) sin embargo funcionó comercialmente, generó una secuela, ganó el premio a la mejor película de terror otorgado por
Personalmente es posible que me gustase más la segunda parte (tal vez por Pma Grier, no sé), aunque debería revisarlas.
ResponderEliminarUn saludo.
Esta pelicula está mas cerca del genuino Blade el cazador de vampiros,hablo del de los comics ,no de la mierda de peliculas qué hán hecho cón el inutil de Wesley Snipes alias el Sylvester Stallone negro .
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