Bajo el sello “Monster Unleashed”, la editorial Tyranosaurus
Books engendró una curiosa línea de libros que reverdecían a iconos del
terror clásico introduciéndolos en delirantes historias de sabor exploiter como
las que poblaban los cines de sesión continua y drive-in en los años sesenta, setenta
y parte de los ochenta. Una vuelta de tuerca dentro de ese particular revival
que la literatura pulp (o popular) está viviendo en nuestro país con mayor o
menor fortuna. Labor encomiable que valoramos enormemente más si cabe la
carencia de miras que la intelligentsia crítica
de nuestro país suele utilizar a la hora de tratar estos esfuerzos literarios.Los títulos no tienen desperdicio: Batalla por Chicago: Drácula vs La Momia (Toni Jiménez), Drácula y los crímenes de Jack el destripador (Miguel Angel Naharro), Cara de muerto (Luis Guallar Luján), Sherlock Holmes contra Nosferatu (Toni Bascoy) o el libro que ocupa estas líneas.
“Laguna Negra”
recupera una de las criaturas más singulares del fantástico cinematográfico, el
“Gill-Man” y lo coloca en una
narración tan disparatada como entretenida que apenas tiene un momento de
respiro para el lector. Comenzamos con un prólogo amazónico fechado en 1969 y
con los restos de la hidra nazi buscando una antigua base científica. Posteriormente
saltamos a Miami, una década después, con policías corruptos, guerras mafiosas,
una misteriosa droga y una amenaza que
está pululando por los lugares menos frecuentables de la conocida urbe.
El escritor Pablo García Naranjo acopla perfectamente estos
elementos a priori tan dispares e inicia una montaña rusa repleta de golpes de
efectos donde su mayor virtud es el ritmo utilizado (lo que le diferencia de muchos
ejemplos del cine grindhouse). Prima la
acción sobre el terror con ligeros toques de humor y una galería de personajes facinerosos con clara vocación por el género
hardboiled. En el camino del
protagonista afrocubano Hudson Cardozo, ex-muchas cosas, antihéroe de la función que sangra y recibe
todo tipo de golpes (físicos y emocionales), hay sitio para las peleas, los
tiroteos, las mutaciones, las venganzas y las frases lapidarias que ayudan a
digerir los sinsabores sufridos.
En apenas ciento noventa páginas, el autor logra
trasladarnos a un universo “setentero” poblado por la mejor música del planeta,
la moda más cool de la época, un puñado de personajes secundarios con vocación
de florero que decoran la trama y acaban engrosando la ingente lista de
víctimas, locales de ambiente donde bailar y consumir todo tipo de sustancias,
y villanos monstruosos que campan a sus anchas desencadenando el caos a su
paso. Destaquemos algunas presencias como la Reina Serpiente, indiscutible
madrina del crimen que gobierna desde su local “Matadero” el submundo de Miami
y que mantiene con nuestro protagonista una oscura lealtad; el wild bunch de
usar y tirar formado por los peculiares Calígula Wheeler, Goro Chiba, Abnett y
la “viuda negra” Jessica; y no podemos olvidar a Oskar Von Leuze adinerado nazi
en busca del citado Gill-Man”, un pseudo-villano bondiano de segunda con
demasiadas ínfulas que no desentonaría en algunas de las ficciones trash del
increíble Al Adamson.
García Naranjo salpica la narración con todo tipo de guiños
para que el conocedor disfrute de la aventura. No faltan los temas musicales,
los programas de televisión, las películas de la época o las macrodiscotecas en
decadencia. La óptica postmoderna se adueña lógicamente de la visión del autor
pero no existe una pesada erudición que entorpezca los avatares descritos. En
todo caso, situaríamos como los puntos más endebles del libro un cierto adocenamiento en el segundo tramo
de la historia y algunas situaciones embarulladas en su endiablado climax.
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