sábado, 10 de noviembre de 2012

THE TRIAL OF BILLY JACK (1974)

 

Para la segunda secuela de la serie Billy Jack, Tom Laughlin y Delores Taylor tiraron la casa por la ventana y realizaron un relato épico de cerca de tres horas donde sobredimensionaron todos los elementos del filme anterior. El resultado fue una película donde lo discursivo acaba adoptando dimensiones inconcebibles siempre fiel al planteamiento de sus responsables. El fan de Billy Jack se encontró con un festín al borde del empacho y el neófito con una inenarrable rareza de difícil digestión (si pudo mantenerse en su asiento durante todo el metraje). Tom Laughlin hace conscientemente "su gran obra" y sus seguidores/discípulos asisten encantados a la función. Todo en The Trial of Billy Jack está acentuado, subrayado, anabolizado. Es una película hiperbólica que opta por un funambulismo que le hace jugar muy malas pasadas. La frontera entre lo magistral y lo ridículo es cruzada continuamente sin que su director sea consciente de ello.

 
Unas espectáculares vistas aéreas de Monument Valley son aseteadas por unos créditos:
Universidad de Carolina del Sur. Febrero de 1968. 3 muertos y 27 heridos.
Universidad de Kent State. Mayo 1970. 2 muertos y 9 heridos.
Universidad de Jackson State. Mayo 1970. 2 muertos y 12 heridos.
Universidad del Sur. Noviembre 1972. 2 muertos y 2 heridos.
Escuela de la Libertad. 3 muertos y 39 heridos.
La película entre otras cosas narra en flashback este último acontecimiento.

 
Planteado así el argumento, The Trial of Billy Jack parece trazar una oportunista película de denuncia social ante los indiscriminados sucesos que estaban convulsionando a la sociedad norteamericana. Pero Laughlin no se conforma sólo con ello. Primero asistimos al juicio de Billy Jack por los sucesos del anterior filme para demostrar la integridad del personaje y la corrupción del sistema judicial. Se incluye una referencia a la masacre de My Lai que vivió el propio personaje y que refuerza su personalidad independiente. La sutilidad no es precisamente su principal aliado.

 
La nueva "Escuela de la Libertad" ha ampliado su campo de acción mientras nuestro héroe está en prisión. Ahora añade una vocación periodística que denuncia los excesos de las jerarquías del país. Por si esto fuera poco, se introduce directamente la denuncia del expolio que sufrieron las tribus indias en America. Pero además, se profundiza en la lisérgica espiritualidad de los primeros pobladores con un increible viaje interior llevado a cabo por nuestro protagonista. El trip onírico se integra en el desordenado puzzle narrativo otorgándole una inesperada dimensión fantástica.

 
Sigamos. La presión provocada por el sistema contra la "Escuela de la Libertad" provoca encendidos debates internos y las previsibles disensiones en la comuna. En pleno crescendo dramático Tom Laughlin anima la película con un par de secuencias de acción marcial para provocar aún más la confusión en el respetable. El uso de la violencia y el problema social acaban en el inevitable baño de sangre. No hay una profundidad en el trazado de las situaciones. Lo epidérmico preside todo aspecto concienciador.

En The Trial of Billy Jack hay material para varias películas pero Laughlin y Taylor optaron por condensarlo en una. Durante el visionado, se tiene la sensación de estar asistiendo a varios filmes en paralelo al mismo tiempo con una serie de actores y personajes en común que unen las dispersas tonalidades estilísticas empleadas en cada una de las líneas narrativas. El dramatismo supera los límites permitidos y el mensaje del filme acaba siendo farragoso e hilarante. Sin embargo, una película de estas características  acaba configurando de manera involuntario un desquiciado ejercicio fílmico tan delirante como irrepetible.


Los fanáticos de la saga (supongo que los hay) tienen lo esperado. Vuelven las canciones-homenaje guitarra en mano, los encendidos debates dignos de cualquier grupo comprometido, la idealización del personaje de Billy Jack (cuya indigenización alcanza un misticismo digno de estudio), la crítica pseudoliberal al poder establecido, la repulsa hacia la violencia y el racismo o la defensa del ideal original que gestó la nación americana. La secuencia final en una capilla a ritmo del "Give Peace a Chance" es un perfecto resumen de lo pretendido en los previos 160 minutos. La realización de la película sufre de los propios avatares planteados por el guión obteniendo un vistoso aunque amorfo estilismo realzado por el formato panorámico elegido. De su peculiar y problemática distribución no me voy a ocupar por ser un elemento habitual en la filmografía de su director.

 
Lo mejor: los elementos lisérgicos de la propuesta, las secuencias de acción y su acercamiento a la cultura india.
Lo peor: su incomprensible duración y su abnegado tono panfletario.




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