miércoles, 26 de septiembre de 2012

THE BARON (1977)

 
Título atípico dentro de la blaxploitation, The Baron (1977) ofrece inesperadas sorpresas. La primera de ellas  encontrar detrás de las cámaras al responsable del guión de Superfly (1972), Phillip Fenty en su única experiencia como director (aunque tematicamente son distintas, tanto la película de Gordon Parks Jr. como la de Fenty, guardan algunos puntos en común). La segunda más especifica por centrarse en un protagonista completamente ajeno a lo habitual en el cine afroamericano de los 70. No tenemos ni a un detective, ni a un camello, ni a un poli, ni a un chivato, ni a un gangster. Estamos con un hombre de cine (encarnado con efectividad por Calvin Lockhart) un tanto peculiar que lo único que desea es terminar una película con la que poder introducirse en Holly wood. La tercera más subjetiva, contar con un villano de excepción, el finado Richard Lynch. Y por último, una curiosidad para melómanos: la banda sonora contiene temas del gran Gil Scott-Heron.

 
Jason, un actor negro, intenta sacar adelante una producción con la que dar la campanada y entrar en la industria del cine. El tipo es atractivo,  tiene estilo, se le supone inteligente, sabe usar sus contactos y no le falta sentido del riesgo. Sin embargo, el dinero no es lo suyo y sus productores han pedido respaldo a gente equivocada. Los problemas empiezan rápido.

Ha y que reconocer que The Baron (1977) es una obra francamente interesante. Por lo pronto, y aunque lo introduzca como parte de la historia, saca un tema siempre escabroso como es el respaldo económico de muchas producciones afroamericanas de los 70. Aquí se focaliza en dos personajes: Uno, de nombre Peter Mosten (interpretado por Raymond St. Jacques) que vive en un rancho y es presentado como un vaquero a la vieja usanza (no desentonaría en unos de los desvaríos Lynchianos con Hollywood de fondo) de episódica pero nada gratuita aparición; y el otro, mucho más importante, amigo a la sazón del protagonista, pero dedicado a negocios turbios y poco frecuentables, llamado The cokeman. Este último (interpretado por Charles McGregor, exdelincuente reciclado a actor) conecta con un mafioso italiano (Richard Lynch) que es quien realmente está financiando la película. Pero el negocio del cine es caro y cuando "El Barón" pide más dinero para terminar la película, el mundo criminal entra en acción.

Fenty opta por un drama criminal en lugar del gratuito soporte del filme de acción al uso. Aunque a la obra le falta un cierto espesor dramático, el tono ofrecido por el director debutante es acertado y sugerente. La fotografía de tonos ocres fomenta la oscuridad desarrollada por la propia  historia. Otro aspecto de interes es el paisaje en el que se desarrolla la película: desde locales poco virtuosos, a mansiones high-class, pasando por la visita a las zona más degradadas de Nueva York, todo ello aprovechado por el recorrido que sigue el protagonista de la ficción.


La apariciones del gangster italiano sigue los patrones vistos con anterioridad pero la interpretación de Lynch, amanerada e inquietante, aporta rasgos de genialidad a su personaje. El mejor momento sin duda el asalto a la casa de Cokeman, donde el suspense se va acrecentando con las acciones esilizadas, cuidadas y vanidosas de este excelente actor.


En un momento The Baron (1977) cambia inesperadamente: el protagonista es prostituido con fines netamente ambiguos lo que acaba por debilitar su propia situación personal e incluso nublar el  sentido de la historia. Nuestro protagonista es capaz de dejar todo (su novia incluida) por sacar adelante su película. Sin embargo, estos aspectos secundarios, acaban adoptando un papel importante en el sentido crítico que formula la película, un tanto desorientado en ocasiones.


Las apariciones del hampa criminal son paralelas al decadente mundo del dinero representado, y que aparece ejemplificado tanto en el gangster, como en Cokeman sin olvidarnos del círculo de la madame encarnada por Joan Blondell que utiliza a su semental en sus particulares juegos de poder. No es una idea plenamente desarrollada pero su planteamiento no carece de valor. 

Finalmente el desenlace fortuito del filme acaba dejando colgado muchos de estos aspectos. Al parecer, el filme fue modificado en el desenlace (algo obvio en su visionado) desapareciendo metraje importante que a la postre conjuntaba mejor con la historia planteada. Sin embargo, y a pesar de estas contrariedades, The Baron (1977) se erige como uno de las más singulares blaxploitation vistas por un servidor y una recomendación para los que deseen encontrar novedades en un cine en ocasiones excesivamente deudor de sus arquetipos.


Lo mejor: Richard Lynch
Lo peor: la presencia florero de Marlene Clark

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