Youngblood Priest vive en Roma, liberado de todo aquello que le tenía sometido y que estuvo a punto de acabar con él. Dispone de un apartamento de diseño y pasa el tiempo jugando al poker y paseando en coche con su novia por las calles de la capital italiana. Sin embargo, su vida carece de sentido. Vaga sin rumbo y busca encontrar un camino que de sentido a su huida y lógicamente a su propia vida. En una de las timbas tiene un encuentro con el Dr. Sonko, un diplomático de la ficticia nación africana Umbría, que está intentando conseguir dinero y armas para levantar una rebelión en su país que acabe de una vez por todas con el gobierno colonial blanco. Priest decide tomar partido y ayudará al citado político. Pero su acción tendrá consecuencias.
A la hora de devolver a las pantallas a Youngblood Priest, Sig Shore y Ron O´Neal optaron por un enfoque radicalmente distinto. Quizás las duras críticas recibidas por el film original calaron en sus responsables lo que les llevó a adoptar un giro radical pero hay que reconocer que la senda tomada para esta secuela no fue nada acomodaticia ni mucho menos esperada. Dos de las bazas que convirtieron a Superfly (1972) en un éxito no fueron utilizadas, algo que de alguna manera resintió el resultado final de esta continuación. La primera de ellas, la ausencia de Gordon Parks Jr. detrás de las cámaras, permitió a Ron O´Neal debutar como director. La impericia del actor en tales tareas queda demostrada en la arritmia narrativa de Superfly T.N.T. (1973) pero no hay que achacar al debutante que el resultado decepcionase en el momento de su estreno. El argumento propuesto para esta nueva aventura del ex-camello tocaba aspectos completamente ausentes en el film original. Quienes esperaban una nueva incursión de nuestro hombre más duro y supercool en el ghetto vieron sus esperanzas frustradas. El guión, a partir de un argumento de O´Neal y Shore, corrió a cargo del escritor Alex Haley (autor de Raíces y de una famosa biografía sobre Malcom X) y en ningún momento esconde su condición activa de obra militante. No nos encontramos ante una película política pero su sesgo ideológico es mucho más profundo que el de muchas obras del periodo dorado de la blaxploitation. En la película, se cita explícitamente al movimiento musulmán creado por Elijah Mohamed, un grupo de gran repercusión entre la comunidad afroamericana en los Estados Unidos, completamente ausente en el resto del mundo.
En Superfly T.N.T. se discute en determinados momentos, de una manera candorosamente ingenua, sobre los problemas político-sociales de la población afroamericana, la escasa repercusión de la acción de los líderes negros en USA y el paralelismo de esta situación con lo que acontecía en el continente africano. El tono es abiertamente didáctico y se busca una concienciación similar a la que encuentra Priest en el filme. África es vista como lugar de origen del pueblo negro, un paraíso perdido donde hay que buscar y encontrar la auténtica identidad de la población afroamericana. Esta idea es explicitada en Superfly T.N.T. con un montaje de imágenes que muestran la visita del protagonista a África y digámoslo ya el comienzo de su verdadero despertar. Un sonriente O´Neal se yuxtapone en pantalla con una serie de idílicas imágenes del día a día en la vida de los africanos. Es una secuencia que cumple un propósito similar al montaje fotográfico del negocio de la droga en la película original aunque su resultado es más rudimentario.
A su regreso a Roma, anuncia su nuevo nombre: Mustapha Priest. Esta radical toma de postura, es posteriormente acentuada con la captura y tortura a la que es sometido Priest por un grupo de soldados blancos. Una serie de escenas que lejos de explotar el elemento mórbido de las mismas tienen un claro aspecto crítico lo que desarma su propio contenido violento. Es llamativo que las escasas escenas de acción del filme opten por un tono abiertamente documental en lugar del esperado tono lúdico de otras propuestas. No hay nada que pueda parecer gratuito en esta extraña propuesta. La liberación final del personaje adquiere entidad simbólica, lo que otorga a Superfly T.N.T. un aspecto de obra no terminada, de extraño work-in-progress que le acerca a títulos como Sweet Sweetback Baaadasss Song. Estamos, por lo que se puede apreciar, más cerca de la experimentación que de un producto comercial al uso. La audiencia por ello no respondió y Priest desapareció rápidamente de las plateas.
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