El éxito del primer film sobre Tommy Gibbs exigió una rápida continuación con el mismo equipo. La A.I.P. volvió a respaldar el proyecto y así se comenzó a rodar Hell up in Harlem, sin un guión establecido y con varios inconvenientes que fueron resueltos sobre la marcha. Por un lado, había que resucitar al personaje central tiroteado al final de Black Caesar, y abandonado a su suerte en un desolado solar. Por otro lado, Fred Williamson no estaba disponible ya que estaba rodando en esas mismas fechas una película para Universal. Y al mismo tiempo, para liar aún más las cosas, Larry Cohen estaba rodando otra película, Estoy Vivo.
Sin embargo, el director de Demon, resolvió todos estos escollos con su particular filosofía cinematográfica. Resucitar a Tommy Gibbs fue fácil con una serie de trucos de guión. Con Fred Williamson se rodó los fines de semana, siendo sustituido por un doble durante el rodaje semanal, y disimulando sus ausencias dando mas papel al personaje de su padre (un estupendo Julius Harris), auténtico protagonista de la primera mitad de la secuela. Lo de simultanear rodajes era fácil para alguien acostumbrado al cine guerrilla. Cohen rodaba mucho, barato y deprisa, en ocasiones rozando el caos, sin planning previo ni productor, sin pedir permisos de rodaje e incluso sin informar al estudio de lo que estaba haciendo. Esto se aprecia claramente en muchas escenas callejeras o en las escenas del aeropuerto, rodadas ante la cara de perplejidad de much@s viandantes sorprendidos con lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Todos estos desfases se aprecian en Hell up in Harlem (1973), delirante prolongación de la película original, repleta de tiroteos y escenas violentas, situaciones gratuitas, algún que otro desnudo, enfrentamientos raciales, black fashion, explosiones y simuladas situaciones dramáticas para dar algo de empaque al producto final. Pese a todo, el resultado aunque muy inferior al original es francamente disfrutable, especialmente por los constantes giros argumentales con los que Cohen va tapando los constantes agujeros de guión.
La banda sonora volvió a ser excelente aunque no corrió a cargo de James Brown, cuyo score fue rechazado por Cohen (este material descartado pasó a formar parte de su mítico album “The Payback”). La música corrió a cargo del tandem Mizell & Perren con Edwin Starr poniendo su voz a excelentes temas como Easin´in, Big Papa, Ain´t it hell in Harlem o la maravillosa Like we used to do.
Es cierto qué Julius Harris en esta secuela tuvo mas protagonismo,al contrario del papel suyo en El Padrino de Harlem.
ResponderEliminarEste actor Julius Harris puede presumir ademas de haber trabajado cón Gordon Parks Jr en "Superfly" y cón Gordon Parks Sr en "Shaft vuelve á Harlem"