En los años 90, los actores de color empiezan a ocupar el protagonismo de importantes producciones, ya alejadas del tono minoritario y populista del cine afroamericano setentero y buscando el beneplácito de todos los públicos. Eddie Murphy, Morgan Freeman, Denzel Washington, Will Smith, Samuel L. Jackson o Wesley Snipes (el más blaxploiter del grupo) van tomando importantes posiciones en el siempre inhospito mainstream hollywoodiense. Dentro de nuestro habitual terreno y sin ser realmente una neoblaxploitation, rescatamos Ricochet (1991), estimable psicothriller que planteaba de manera modesta pero evidente una peculiar variación black del clásico El cabo del miedo (1962), rehecho ese mismo año de manera implacable por Martin Scorsese.
Ricochet narra la historia de Nick Styles, un joven y ejemplar policía de color (encarnado como no por Denzel Washington) que iniciará una carrera ascendente hasta llegar a ser fiscal del distrito después de detener a Blake, un peligroso asesino (el genial John Lithgow) en una espectacular operación retransmitida en directo por los mass media. En su nuevo puesto intentará mejorar la situación de su antiguo barrio lo que le llevará a distanciarse de Odessa (Ice T), un antiguo amigo de la infancia, hoy uno de los gangsters que controlan las calles. Sin embargo, su mundo empezará a tornarse en pesadilla con la reaparición del psicopata cuya detención cambió su vida. Su cruel venganza será llevada hasta sus últimas consecuencias.
Dirigida por el irregular Russell Mulcahy y producida por el incontestable Joel Silver, Ricochet recupera ciertos elementos de las viejas blaxploitation: es un film de género donde la comunidad negra adquiere gran importancia a lo largo de su trama y donde es muy evidente el enfrentamiento entre negro-bueno vs blanco-malo. A pesar de los fatuos fogonazos manieristas (autocitas aparte) imprimidos por su director para llamar en todo momento la atención, lo más interesante de esta propuesta es el minucioso plan de venganza perpetrado por el asesino que destruye todo el entorno de estabilidad construido por el personaje de Washington. El choque moral y racial entre ambos personajes se ve reforzado por la lisérgica planificación de algunos momentos. Blake no solo se conforma con destruir el cuerpo de su oponente sino con mancillar y violar el sistema ético que este representa. Las mismas armas empleadas por Styles en su detención son utilizadas por Blake para destruir su matrimonio y su fama, tejiendo una telaraña de acusaciones por corrupción de menores,tráfico de drogas, relaciones extramatrimoniales… Llevada su vida al borde del precipicio y finiquitada su prometedora carrera política, Styles solo puede volver a su barrio y pedir ayuda entre los apestados que el mismo había amenazado desde su posición legal. De nuevo, los outlaws como sucedía en las películas de la vieja escuela devolverán la estabilidad al sistema.
Son estos elementos los más interesantes de esta retorcida historia de venganza, de creciente tensión en su armazón narrativo, algo deshilachado en ocasiones pero bien resuelto y donde destacan especialmente algunos apuntes ciertamente malsanos (el secuestro y violación de Styles) y su ambiente de desbordada violencia que se cierra en un enloquecido y fulgurante climax. Los actores están francamente efectivos: Washington no era aún consciente de su condición de star y Lithgow se lo pasa bomba en un papel escrito a su medida, mientras que Ice T personifica el lado más reconocible de la justicia on the hood. Un film a redescubrir o al menos a tener en cuenta en posteriores revisiones.
Ricochet narra la historia de Nick Styles, un joven y ejemplar policía de color (encarnado como no por Denzel Washington) que iniciará una carrera ascendente hasta llegar a ser fiscal del distrito después de detener a Blake, un peligroso asesino (el genial John Lithgow) en una espectacular operación retransmitida en directo por los mass media. En su nuevo puesto intentará mejorar la situación de su antiguo barrio lo que le llevará a distanciarse de Odessa (Ice T), un antiguo amigo de la infancia, hoy uno de los gangsters que controlan las calles. Sin embargo, su mundo empezará a tornarse en pesadilla con la reaparición del psicopata cuya detención cambió su vida. Su cruel venganza será llevada hasta sus últimas consecuencias.
Dirigida por el irregular Russell Mulcahy y producida por el incontestable Joel Silver, Ricochet recupera ciertos elementos de las viejas blaxploitation: es un film de género donde la comunidad negra adquiere gran importancia a lo largo de su trama y donde es muy evidente el enfrentamiento entre negro-bueno vs blanco-malo. A pesar de los fatuos fogonazos manieristas (autocitas aparte) imprimidos por su director para llamar en todo momento la atención, lo más interesante de esta propuesta es el minucioso plan de venganza perpetrado por el asesino que destruye todo el entorno de estabilidad construido por el personaje de Washington. El choque moral y racial entre ambos personajes se ve reforzado por la lisérgica planificación de algunos momentos. Blake no solo se conforma con destruir el cuerpo de su oponente sino con mancillar y violar el sistema ético que este representa. Las mismas armas empleadas por Styles en su detención son utilizadas por Blake para destruir su matrimonio y su fama, tejiendo una telaraña de acusaciones por corrupción de menores,tráfico de drogas, relaciones extramatrimoniales… Llevada su vida al borde del precipicio y finiquitada su prometedora carrera política, Styles solo puede volver a su barrio y pedir ayuda entre los apestados que el mismo había amenazado desde su posición legal. De nuevo, los outlaws como sucedía en las películas de la vieja escuela devolverán la estabilidad al sistema.
Son estos elementos los más interesantes de esta retorcida historia de venganza, de creciente tensión en su armazón narrativo, algo deshilachado en ocasiones pero bien resuelto y donde destacan especialmente algunos apuntes ciertamente malsanos (el secuestro y violación de Styles) y su ambiente de desbordada violencia que se cierra en un enloquecido y fulgurante climax. Los actores están francamente efectivos: Washington no era aún consciente de su condición de star y Lithgow se lo pasa bomba en un papel escrito a su medida, mientras que Ice T personifica el lado más reconocible de la justicia on the hood. Un film a redescubrir o al menos a tener en cuenta en posteriores revisiones.
Mulcahy ha hecho mucha basurilla cinematográfica, pero es verdad que esta le salió realmente bien. La historia es retorcida y malsana y su realización es bastanta friki lo que la separa abismalmente de otras pelis de la época (armas letales, alertas máximas y junglas de cristales...) y Lihtgow estaba genial, su aportación a Impacto, En nombre de Caín y a la serie Cosas de Marcianos a de ser reivindicada siempre que sea posible.
ResponderEliminarloco me recabe este blog! te puse de contacto link y bueh te espero en
ResponderEliminarwww.bailasiquieresmas.blogspot.com x mas negritos funkys!!!good job.