Entre giallo (Siete orquideas manchadas de rojo, 1972) y giallo (Spasmo, 1974) Umberto Lenzi abrió fuego con este impactante poliziesco ambientado en el mundo del hampa
con la prostitución y las drogas de por medio. A diferencia de otros acercamientos a diferentes géneros que se hicieron en Italia, la realidad social que vívía (vive) Italia impedía un tratamiento laudatorio al mundo del crimen como sucedía en otras cinematografías. El crimen y sus consecuencias es mostrado con total crudeza. Las persecuciones son frenéticas, las muertes y las torturas se sufren en primera persona, los golpes y navajazos obligan a los espíritus sensibles a retirar la mirada. Un mundo hermético, misógino, brutal y sin concesiones.
Salvatore Cangemi es un mafioso con distintos negocios turbios y que controla la prostitución en Milán. La aparición de un gangster francés que amenaza su territorio será el inicio de una cruenta guerra que pondrá en mundo criminal de la ciudad al borde del precipio. Alianzas, traiciones y turbulentas relaciones sentimentales serán la tela de araña en la que se verán atrapados nuestros protagonistas
Lenzi en su primer thriller criminal dejó a la policía completamente de lado para describir sin tapujos una Milán oscura, sórdida, incandescente y controlada por la mafia. La ciudad que se nos muestra es gris y afeada por la tipología humana que la habita. La mitificada Chicago de la Ley Seca con sus hampones y sus cruentas venganzas, sus tiroteos en plena calle con las Thompson tronando en el ambiente, su vistosa galería de moda en el fondo de armario y sus locales repletos de lo mejor de la sociedad tiene aquí su versión mediterránea. Sin embargo, no hay intento de aplicar un tono épico u operístico como en otras variaciones europeas sobre modelos americanos. Todo se envilece, no hay sentimientos ni emociones, no hay glamour ni buen gusto, lo peor del ser humano prevalece para obtener poder y dinero.
La fórmula que se sigue es directa y básica: guerra de bandas con
turbulentos momentos de violencia, realismo en su descripción de
ambientes, frenéticos despliegues de acción, secundarios dignos de dar el
paso al mundo de la delincuencia. Añadamos incorrección política (por definirlo
de manera ligera) en la utilización de los roles femeninos que son los personajes que llevan la peor parte. Sin faltar
los momentos chirriantes (la relación de Cangemi con su madre) ni las escenas desagradables (la brutal tortura de uno de los hampones) que dejan efectos
secundarios en el espectador. Es un cine aspero, cortante, sin apenas matices salvo los motivados por los intintos más primarios, efectivo, brutal y que no busca la complacencia ni la falsa banalidad autoral.
Umberto Lenzi logra su objetivo y ofrece un thriller tumultuoso, sucio y recuperable. Protagoniza el insulso Antonio Sabàto
junto al siempre curioso Philippe Leroy, Antonio Casagrande, y en pequeños papeles la maravillosa
Marisa Mell y el cómico Franco Fantasia. Banda sonora a cargo del maestro Carlo Rustichelli punteada por abundantes matices jazzísticos.
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