sábado, 12 de abril de 2014

HICKEY & BOGGS (1972)


El thriller setentero sigue deparando sorpresas. Hickey & Boggs (1972) es una de ellas debido  a varias razones. La primera por ser uno de los primeros trabajos como guionista de Walter Hill (aunque el guión final fue retocado por el director)*. La segunda por ser unos de los primeros ejemplos de buddy-movie y aparentemente adelantarse a la moda de los ochenta que curiosamente su guionista institucionalizó**. Y el tercero por encontrar a un estupendo Bill Cosby en una de sus interpretaciones dramáticas alejada de su imagen de cómico ligero para-toda-la-familia***. La etiqueta "neo-noir" ha recuperado parcialmente esta obra que ofrece una lúcida variante a títulos coetáneos.

Dos detectives que sobreviven a duras penas son contratados por un tipo extraño para que encuentren a una mujer que ha desaparecido. El caso parece sencillo. Una buena manera de conseguir unos cientos de pavos para cubrir deudas y poder seguir bebiendo en la barra del bar. Sin embargo, las complicaciones llegan rapidamente. Las muertes no tardan en llegar. La policía y la mafia entran en el asunto. Un antiguo robo se esconde de por medio y los hampones quieren recuperar el dinero y vengarse. Víctimas inocentes (algunas no tanto) y verdugos se dan la mano mientras la sangre empapa las calles y las viviendas. La masacre revela intereses ocultos. La rueda de la fortuna será diferente para todos los implicados.

¿Se imaginan una película de detectives made-in-USA dirigida por un advenedizo de la talla de Aki Kaurismaki? Es la mejor conclusión que se me ocurre para describir Hickey & Boggs (1972). No quiero dar a entender que el film resultante sea pretencioso o un juguete de estilo. Hay en la película suficientes muestras que dan a entender una visión personal cercana a la ofrecida por algunos autores europeos cuando han entrado en las fronteras del cine negro americano (Wenders, Polanski, Schlondorff, Tavernier o Herzog).
La realización evita todo atisbo de épica callejera e ironía melancólica para centrarse en un hastío fatalista que preside todas las acciones de la narración. Su ritmo atemperado ayuda en todo momento.

 
El actor Rober Culp en uno de sus escasos trabajos como realizador cuida milimetricamente los encuadres y los movimientos de cámara ofreciendo una muestra de cine negro muy cercano a la realidad. Sus dos protagonistas son un buen ejemplo de ello. Ex-policias condenados a un trabajo que no les gusta pero que es lo mejor que saben hacer, cuyas vidas naufragaron hace tiempo, acuciados por las deudas (el nuevo trabajo solo sirve para pagar los alquileres atrasados de su maltrecha oficina) pero dueños de un destino al que afrontan con dignidad y honestidad. Su instinto les lleva a seguir las pistas antes que sus rivales uniformados pero son incapaces de detener la violencia que se desencadena alrededor de ellos. 

 
Los tiroteos son mostrados de forma directa, nitida aunque sin épica. Los tiradores no aciertan a la primera y ellos mismos son la antítesis de "Harry Callahan" a pesar de lo que el cartel del filme pueda mostrar. "El rastro del suave perfume" (título con el que se conoce el filme en España) que siguen esconde la otra realidad del sueño americano. Inmigrantes y gángsters que intentan salir del mundo que les ha tocado vivir. Hickey & Boggs lo saben perfectamente pero como curtidos boxeadores saben que la pelea está amañada de antemano y muy poco podrán sacar de la misma. 

 
Lejos de estilo vibrante de "French Connection" (1971) o la visión del policiaco que Siegel desarrolló esos años, Hickey & Boggs (1972) muestra de manera cruda la América que Nixon y el Watergate estaban viviendo en esos momentos. Una sociedad desnortada que buscaba una salida a una situación que la superaba y que a larga generaría una crisis que rompería al mismísimo estado. Como siempre, en todo paraiso oscuro algunos caballeros sin espada logran sobrevivir a pesar de sufrir daños colaterales.

 
La película está repleta de detalles interesantes****. Destaca la manera simétrica en que las acciones de ambos detectives son desarrolladas en la película y en cada encuadre que comparten. Al teléfono, en el bar, en las casa de los sospechosos, en la calle, en la comisaría. Todos los espacios son tratados de manera creativa por su director. Las interpretaciones obvian cualquier exceso. Se busca un vaciado emocional que preside la labor del conjunto. Esta frialdad ofrece al espectador el fatalismo deseado por el director. La narración aunque pueda resultar confusa es fiel a los patrones de la novela negra. y su climax muestra perfectamente lo planteado por el filme. El orden no se restablece. La muerte se lleva por igual a inocentes y culpables. La justicia se tiñe de negro. Solo queda seguir adelante caminando sin rumbo y siendo fiel a los principios personales. Una idea muy cercana al cine posterior de Walter Hill que Robert Culp magnifica hasta sus últimas consecuencias.

Lo mejor:  Su clara diferencia con el excelente cine policiaco del momento.
Lo peor: confundirla con una película de personaje blanco huraño/personaje negro gracioso.


 *Walter Hill andaba en esos momentos trabajando en el guión de "La Huida" (1972). Ante la imposibilidad de contar con él, el propio Robert Culp se encargó de limar el libreto.
**Sin embargo, el filme no tiene nada que ver con la ligereza que el subgénero abordó en lo ochenta. Basta compararlo con "Límite 48 horas" (1982) para encontrar sus radicales diferencias. Podemos considerarlo como un proto-ejemplo de la modalidad.
***Bill Cosby y Robert Culp trabajaron juntos en la serie "I Spy". Sus seguidores se encontraron desubicados en su nuevo reencuentro.
****Hay muchos aunque alguno de ellos memorable: Frank Boggs colocando una bolsa de papel para evitar pagar el parquímetro cada vez que aparca el coche.


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