lunes, 7 de diciembre de 2009

BLACKENSTEIN (1973)


Siguiendo con la operación de cambio de color de piel en algunos de los grandes monstruos clásicos de la mitología del fantástico, la A.I.P. de Samuel Arkoff empezó a preparar una adaptación muy libre de los personajes creados por Mary Shelley en su inmortal Frankenstein, con el fin de celebrar su producción número 100. El film, al que se le iba a dotar de un presupuesto ligeramente más alto que el de otros productos de la compañía, abriría una trilogía sobre el afromonstruo que tenía que haberse completado con The Fall of House of Blackenstein y Blackenstein III. Sin embargo, en un momento dado el proyecto fue finalmente desechado y vendido a la desconocida Frisco Productions que a la postre llevo a buen puerto la producción de la película con un presupuesto muy reducido. El resultado fue una de las propuestas más delirantes y zetosas que se recuerdan, nula artísticamente, donde terror y torpeza van encantadoramente unidos, a fuerza de acumular situaciones previsibles y momentos de indudable delirio.


La doctora Winifred Walker vuelve a L.A. tras doctorarse y acude a ver a su viejo maestro el Dr. Stein, uno de esos entrañables científicos locos, con el fin de que pueda ayudar a su prometido Eddie, el cual perdió brazos y piernas durante su estancia en Vietnam. Al parecer, el Dr. Stein ha creado una formula especial a base de ADN que permite la reincorporación de miembros aunque estos pertenezcan a diferentes donantes. Sin embargo, Malcolm el asistente del médico celoso por su amor no correspondido por Winnifred saboteará el proyecto, lo que convertirá a Eddie en un monstruo sediento de sangre.


Blackenstein es una de esas curiosidades cinematográficas única y exclusivamente disfrutable por los degustadores de los subsuelos cinematográficos. Para hacernos una idea: como si nos encontráramos ante una obra del finado Al Adamson con evidentes elementos sacados de una producción Monogram y de indudable encanto camp. El guión, obra de Frank R. Saletri (productor del simpático embolado) está trufado de momentos gore, escenas pseudorománticas, alegatos antirracistas, speech cómicos, actuaciones musicales, investigación policial, situaciones propias de culebrón, asesinatos a ritmo tortuga, algún que otro experimento fallido, y afortunadamente mucho humor involuntario. Espejo del despropósito es su innenarrable banda sonora donde excelentes temas blues a cargo de Cardella Di Milo chocan irremediablemente con una variopinta selección de música enlatada.


El monstruo, al que simple y llanamente tendremos que llamar Eddie (¿alguien sabe por que demonios llamaron a la película Blackenstein?) es uno de los más patéticos, entrañables y divertidos que se recuerdan. Ver sus embestidas asesinas ante victimas de la talla de la psicotrónica Liz Renay o deambular torpemente entre decorados, calles y escenarios abandonados provoca en el espectador más curtido una irremediable y singular empatía. Su interpretación a base de gruñidos y cara de palo no mejora irremediablemente la del conjunto de actores, exceptuando lógicamente a los veteranos John Hart y Andrea King, pero al menos resulta más simpática.


Otro de los puntos fuertes de la película es el singular laboratorio, toda una joya para los aficionados al mobiliario con lucecitas, en cuya elaboración se utilizaron algunos objetos del clásico decorado del Frankenstein de James Whale. De hecho, Ken Strickfaden, responsable de algunos FX del film del citado clásico de la Universal, participa en cometidos similares en la película. El citado laboratorio está alojado en la misteriosa mansión del Dr. Stein, situada en Beverly Hills, donde repentinamente estallan estruendosas tormentas, dignas de algún lejano lugar montañoso perdido en Austria o Transilvania.. Blackenstein fue dirigida y montada por William A. Levey, un cineasta curtido en todo tipo de irresponsabilidades filmicas: Erotic Encounters of the Fourth Kind, Slumber Party´57, The Happy Hooker goes to Washington, Skatetown USA, Hellgate…Habrá que seguirle la pista.


2 comentarios:

  1. Caramba...
    Pues pese a su indudable estetica de serie Z, tiene buena pinta! Si señor, me la apunto.

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  2. Esta la tengo bajada hace ya tiempo, aunque todavía no la he visto. Claro que esas referencias a la Monogram y a Keneth Strickfaden hacen que se aviven mis ganas de ponerla en el televisor...

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