A Tamara Dobson la bastaron solo dos películas para convertirse en uno de los iconos más perdurables del cine afroamericano de los 70. Y es que Cleopatra Jones (1973), repuesta comercial en clave femenina de
En Cleopatra Jones (1973) conocemos a una agente especial que combate directamente al crimen organizado. La película se abre con la trotamundista Cleo supervisando la destrucción de unos campos de opio en Turquía provocando así la ira de Mommy, una sadica y lesbiana (una de las marcas de la serie) traficante blanca, que iniciará una venganza contra esta diosa de ébano. En su absurdo plan utiliza a polis corruptos para desprestigiar un centro de rehabilitación de jóvenes negros dirigido por el novio de Cleo (un infrautilizado Bernie Casey). Los planes no salen como estaban planteados y se inicia una guerra sin cuartel en la que participarán policías, hampones negros, los hermanos Johnson y gángsters de pacotilla.
Cleopatra Jones (1973) es una película correcta, discretamente entretenida y claramente infantil. La dirección de Jack Starrett seca y efectiva como de costumbre sigue las aventuras de esta female action hero con atonía y pocas novedades. Lo más interesante del filme es la creación de un personaje icono, que está por encima de blancos y negros, que protege a la comunidad afroamericana de los ataque externos (ya os imagináis de quien), y que tiene tanta maña en medio de los tiroteos como chuleando a los policias que investigan el caso. Cleo tiene un inesperado glamour bigger than life que la diferencia de las working girls encarnadas por Pam Grier o el héroe urbano encarnado por Shaft y cia.
Los momentos fuertes de la obra aunque aislados merecen la pena: todas y cada una de las escenas del gran Antonio Fargas, encarnando al hampón Doodlebug Simkins, cuya muerte es digna de los grandes gangsters clásicos; las contadas aunque animadas secuencias de acción resueltas con indudable sabor exploiter; el entonado sountrack de J.J. Johnson, acompañado para la ocasión con uno de los grandes hits de la época interpretado por Joe Simon; las apariciones de los hermanos Johnson, expertos en Kung Fu y chicos para todo al servicio de nuestra protagonista; la excesiva performance de Shelley Winters, en un papel deja vu interpretado con el piloto automático puesto y donde destacan sus inesperadas atenciones por sus asistentes femeninas (de todas formas muy castas, todo hay que decirlo); y algún que otro momento absurdo (la inoperancia de los matones al servicio de Mommy, la chiquillería cuidando el coche de nuestra heroína, sus habilidades moteras… ) para que no decaiga el interés de los degustadores al cine psicotrónico más recalcitrante.
Como ya hemos comentado, Cleopatra Jones (1973), al igual que Superfly o Black Belt Jones es uno de los títulos utilizados por
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