jueves, 14 de mayo de 2009
HOUSE ON SKULL MOUNTAIN (1974)
jueves, 7 de mayo de 2009
SUPERFLY T.N.T. (2)
Superfly T.N.T. ha quedado como una pequeña rareza dentro del cine afroamericano de los setenta. Su visión actual, aunque algo envejecida por el lógico paso del tiempo, sorprende por su condición de obra al margen de las habituales action movies del momento. De hecho, sus planos finales le dan una posibilidad de prolongación futura que desafortunadamente no tuvo lugar a corto plazo, y menos por la senda propuesta en este filme. No existen vibrantes escenas de acción, ni vistosos trajes con los que adecuar la filosofía super cool de muchas blaxploitation. Ron O´Neal le quiso dar un tono más intimista y profundo, que en pantalla cae muchas veces bajo el peso de la ingenuidad. Se podrá desprender de mis palabras un claro sesgo de ambigüedad, pero es el mejor calificativo que define a esta olvidada película. Sus pretensiones y ambiciones nunca están a la altura de sus modestos resultados.
Ron O´Neal y Sheila Frazier volvieron a encarnar los principales personajes de la película, aquí secundados por Roscoe Lee Browne, Robert Guillaume y el siempre extraño William Berger. Rodada entre Italia y Senegal, Superfly T.N.T. muestra en sus créditos abundantes nombres de técnicos italianos lo que no convierte al filme aunque pueda parecerlo en una explotation italiana de los típicos éxitos del momento.
O´Neal y Frazier se reunieron una vez más a finales de los 70 en The Hitter/El Camorrista, una de las últimas blaxploitation de los años setenta. Sin embargo, ninguno de los dos apareció en The Return of Superfly (1990), obra rodada directamente por el productor Sid Haig, aprovechando el boom del nuevo cine afroamericano de finales de los 80 y comienzos de los noventa. En esta ocasión, y tras 20 años de exilio en París, Youngblood Priest (encarnado aquí por el actor Nathan Purdee), regresaba a su barrio para vengar a su antiguo colega Eddie y enfrentarse a los nuevos señores de la droga. Una secuela solo recordada por suponer el regreso de Curtis Mayfield (justo antes de su trágico accidente) realizando para la ocasión una banda sonora en colaboración con Ice T. y otros nombres importantes de la escena hip hop del momento. Lo viejo y lo nuevo se dan la mano en esta insólita quimera musical.
viernes, 1 de mayo de 2009
SUPERFLY T.N.T.
Youngblood Priest vive en Roma, liberado de todo aquello que le tenía sometido y que estuvo a punto de acabar con él. Dispone de un apartamento de diseño y pasa el tiempo jugando al poker y paseando en coche con su novia por las calles de la capital italiana. Sin embargo, su vida carece de sentido. Vaga sin rumbo y busca encontrar un camino que de sentido a su huida y lógicamente a su propia vida. En una de las timbas tiene un encuentro con el Dr. Sonko, un diplomático de la ficticia nación africana Umbría, que está intentando conseguir dinero y armas para levantar una rebelión en su país que acabe de una vez por todas con el gobierno colonial blanco. Priest decide tomar partido y ayudará al citado político. Pero su acción tendrá consecuencias.
A la hora de devolver a las pantallas a Youngblood Priest, Sig Shore y Ron O´Neal optaron por un enfoque radicalmente distinto. Quizás las duras críticas recibidas por el film original calaron en sus responsables lo que les llevó a adoptar un giro radical pero hay que reconocer que la senda tomada para esta secuela no fue nada acomodaticia ni mucho menos esperada. Dos de las bazas que convirtieron a Superfly (1972) en un éxito no fueron utilizadas, algo que de alguna manera resintió el resultado final de esta continuación. La primera de ellas, la ausencia de Gordon Parks Jr. detrás de las cámaras, permitió a Ron O´Neal debutar como director. La impericia del actor en tales tareas queda demostrada en la arritmia narrativa de Superfly T.N.T. (1973) pero no hay que achacar al debutante que el resultado decepcionase en el momento de su estreno. El argumento propuesto para esta nueva aventura del ex-camello tocaba aspectos completamente ausentes en el film original. Quienes esperaban una nueva incursión de nuestro hombre más duro y supercool en el ghetto vieron sus esperanzas frustradas. El guión, a partir de un argumento de O´Neal y Shore, corrió a cargo del escritor Alex Haley (autor de Raíces y de una famosa biografía sobre Malcom X) y en ningún momento esconde su condición activa de obra militante. No nos encontramos ante una película política pero su sesgo ideológico es mucho más profundo que el de muchas obras del periodo dorado de la blaxploitation. En la película, se cita explícitamente al movimiento musulmán creado por Elijah Mohamed, un grupo de gran repercusión entre la comunidad afroamericana en los Estados Unidos, completamente ausente en el resto del mundo.
En Superfly T.N.T. se discute en determinados momentos, de una manera candorosamente ingenua, sobre los problemas político-sociales de la población afroamericana, la escasa repercusión de la acción de los líderes negros en USA y el paralelismo de esta situación con lo que acontecía en el continente africano. El tono es abiertamente didáctico y se busca una concienciación similar a la que encuentra Priest en el filme. África es vista como lugar de origen del pueblo negro, un paraíso perdido donde hay que buscar y encontrar la auténtica identidad de la población afroamericana. Esta idea es explicitada en Superfly T.N.T. con un montaje de imágenes que muestran la visita del protagonista a África y digámoslo ya el comienzo de su verdadero despertar. Un sonriente O´Neal se yuxtapone en pantalla con una serie de idílicas imágenes del día a día en la vida de los africanos. Es una secuencia que cumple un propósito similar al montaje fotográfico del negocio de la droga en la película original aunque su resultado es más rudimentario.
A su regreso a Roma, anuncia su nuevo nombre: Mustapha Priest. Esta radical toma de postura, es posteriormente acentuada con la captura y tortura a la que es sometido Priest por un grupo de soldados blancos. Una serie de escenas que lejos de explotar el elemento mórbido de las mismas tienen un claro aspecto crítico lo que desarma su propio contenido violento. Es llamativo que las escasas escenas de acción del filme opten por un tono abiertamente documental en lugar del esperado tono lúdico de otras propuestas. No hay nada que pueda parecer gratuito en esta extraña propuesta. La liberación final del personaje adquiere entidad simbólica, lo que otorga a Superfly T.N.T. un aspecto de obra no terminada, de extraño work-in-progress que le acerca a títulos como Sweet Sweetback Baaadasss Song. Estamos, por lo que se puede apreciar, más cerca de la experimentación que de un producto comercial al uso. La audiencia por ello no respondió y Priest desapareció rápidamente de las plateas.