A priori, una propuesta interesante. Un vampiro que controla una comuna hippie indudadeblemente californiana, Robert Quarry en el papel de upiro, reminiscencias mansonianas, toques contraculturales, estética comic, la A.I.P. de por medio....Pero la película no funciona. Ray Danton en su debut tras las cámaras pretende acercar la figura del chupasangres a los fenómenos neomesiánicos de la era de acuario. La idea es interesante, el desarrollo cansino e incluso aburrido.
Varios jovenes caen hechizados por una comuna que promete paz, amor, libertad...sin embargo el gurú de la secta es un peligroso vampiro que solo busca saciar sus ansias de sangre y posiblemente establecer un culto hacia su persona. Un par de improvisados (y algo ridículos) cazavampiros, le harán frente.
Robert Quarry encarnó muy bien al vampiro Yorga en un singular díptico que lograba pese a sus limitaciones lo que muchos habían intentado: situar la amenaza de ultratumba en escenarios contemporáneos manteniendo las señas de identidad pero evitando caer en el ridículo o en la parodia. La amenaza era tratada desde diversos puntos de vista logrando un singular choque entre el escepticismo de la época, la ciencia y la atracción por lo oculto. Como bien cita David Pirie, Yorga sirvió para criticar sibilinamente aspectos de la sociedad USA del momento lo que convertía al diptico en una llamativa propuesta independiente. ("América tiene la clase de vampiros que se merece").
Por razones desconocidas, no se insistió más en el personaje y se optó por esta variación, oportunista pero muy fallida. Primero, por que no se logra nunca la necesaria atmósfera terrorífica. Danton se entretiene con los aspectos anecdóticos de las situaciones que narra pero no consigue crear terror o suspense. De vez en cuando nos regala algún plano logrado, generalmente nocturno, que le sirve para recordarnos que estamos viendo un filme de vampiros. Pero la sucesión de escenas no logra aunque lo ptretenda el climax buscado.
En segundo lugar, por que a excepción de Quarry (aquí llamado Khorda) el resto de personajes carecen de interes y están defendidos por actores de limitada prestancia. El héroe de la función un tal Pico, que parece tener conocimientos de artes marciales y un look indio, parece escapado de las páginas de algún comic marvel de la época pero sin la gracia o el encanto de los terrores de la factoría de las ideas.
Existe un involuntario paralelismo entre Deathmaster (1972) y alguna de las aventuras del Scoobie Doo animado (especialmente en resituar elementos contraculturales y terroríficos en un mismo escenario). Sin embargo, la frescura y el dinamismo de las aventuras de las criaturas de Hanna-Barbera es sustituido por inanes diálogos pretendidamente sesudos y un pétreo sentido del movimiento que afecta a los momentos más activos de la cinta.
¿Que podemos destacar entonces? Especialmente, la llegada del vampiro a las playas y su posterior aparición en la casa, la belleza de la residencia donde mora la secta (vista en otros filmes de la época) y eso sí, su estimable final, único momento realmente válido de la película.
Varios jovenes caen hechizados por una comuna que promete paz, amor, libertad...sin embargo el gurú de la secta es un peligroso vampiro que solo busca saciar sus ansias de sangre y posiblemente establecer un culto hacia su persona. Un par de improvisados (y algo ridículos) cazavampiros, le harán frente.
Robert Quarry encarnó muy bien al vampiro Yorga en un singular díptico que lograba pese a sus limitaciones lo que muchos habían intentado: situar la amenaza de ultratumba en escenarios contemporáneos manteniendo las señas de identidad pero evitando caer en el ridículo o en la parodia. La amenaza era tratada desde diversos puntos de vista logrando un singular choque entre el escepticismo de la época, la ciencia y la atracción por lo oculto. Como bien cita David Pirie, Yorga sirvió para criticar sibilinamente aspectos de la sociedad USA del momento lo que convertía al diptico en una llamativa propuesta independiente. ("América tiene la clase de vampiros que se merece").
Por razones desconocidas, no se insistió más en el personaje y se optó por esta variación, oportunista pero muy fallida. Primero, por que no se logra nunca la necesaria atmósfera terrorífica. Danton se entretiene con los aspectos anecdóticos de las situaciones que narra pero no consigue crear terror o suspense. De vez en cuando nos regala algún plano logrado, generalmente nocturno, que le sirve para recordarnos que estamos viendo un filme de vampiros. Pero la sucesión de escenas no logra aunque lo ptretenda el climax buscado.
En segundo lugar, por que a excepción de Quarry (aquí llamado Khorda) el resto de personajes carecen de interes y están defendidos por actores de limitada prestancia. El héroe de la función un tal Pico, que parece tener conocimientos de artes marciales y un look indio, parece escapado de las páginas de algún comic marvel de la época pero sin la gracia o el encanto de los terrores de la factoría de las ideas.
Existe un involuntario paralelismo entre Deathmaster (1972) y alguna de las aventuras del Scoobie Doo animado (especialmente en resituar elementos contraculturales y terroríficos en un mismo escenario). Sin embargo, la frescura y el dinamismo de las aventuras de las criaturas de Hanna-Barbera es sustituido por inanes diálogos pretendidamente sesudos y un pétreo sentido del movimiento que afecta a los momentos más activos de la cinta.
¿Que podemos destacar entonces? Especialmente, la llegada del vampiro a las playas y su posterior aparición en la casa, la belleza de la residencia donde mora la secta (vista en otros filmes de la época) y eso sí, su estimable final, único momento realmente válido de la película.
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