4.- Enter the Hammer




4.- Enter the Hammer
3.-Harlem va al oeste
En los años 30, Gene Autry y Roy Rogers llenaban los cines con sus westerns musicales repletos de canciones, caballos, salones y aventuras. El cantante afroamericano de jazz Herbert Jeffries quiso emularles y convenció a algunos incautos a producir películas similares, protagonizadas por él y donde podía desplegar sus composiciones más country. Jefffries interpretó cuatro títulos a lo largo de los años 30, en los que además llegó a coescribir, montar e incluso ocuparse de la música. A finales de 1936, se estrenaba Harlem on the Prairie, que fue seguida por Two gun man from Harlem (1937), Harlem rides the range (1937), The Bronze Buckaroo (1938) y un quinto film que quedó inconcluso. Estos son los primeros ejemplos de western negro que se conservan, algunos de cuyos fragmentos fueron utilizados por Mario Van Peebles en Posse (1993).
Fred Williamson sin las pretensiones de emular a los míticos cowboys cantantes desenfundó las pistolas en seis títulos a lo largo de los 70 en los que el componente racial no quedaba reducido al mero estereotipo. Así, en su encarnación de Nigger Charley interpreta a un esclavo huído que solo busca encontrar la libertad en el viejo oeste y es acechado junto a dos amigos por una partida de pistoleros blancos que les persiguen impunemente. Eran los años del revisionismo histórico y del western denuncia y estos films son claros ejemplos de esta corriente. Dirigida por Martin Goldman,
Jack Arnold, uno de los nombres fundamentales del cine de serie B norteamericano de los años 50, dirigió en el crepúsculo de su carrera a Fred Williamson en dos películas. Por un lado, en el policiaco Black Eye (1974), en el que el actor de color encarnaba a Stone, un detective envuelto en una oscura trama en la que no faltan las drogas, los asesinatos y el mundo del cine porno. La experiencia les gusto y repitieron en Boss Nigger (1975), un nuevo western en el que Williamson de nuevo emparejado con D´Urville Martin, encarnan a una pareja de cazarecompensas que imparten su ley en una ciudad de mayoria blanca en el lejano oeste mientras intentan atrapar a un peligroso forajido. En el reparto sobresalen los siempre torvos R.G. Armstrong y William Smith.
Finalmente, y junto al insólito western italoamericano Por la senda más dura (1975), segundo encuentro del black-pack rodado esta vez en tierras españolas, cabe mencionar Adios Amigo (1976) incursión comica en el lejano oeste escrita, producida, dirigida y protagonizada por el propio Williamson, acompañado para la ocasión por el finado Richard Pryor. La película cuenta las desventuras de una pareja de desastrados forajidos y sus intentos por dar el golpe perfecto, y supuso uno de los primeros trabajos de Po´Boy Productions compañía creada por el propio actor un año antes. La compañía también produjo el citado Joshua (1976), típica historia de venganza familiar, con reminiscencias del eurowestern, encarnada aquí por un soldado negro que a su regreso de la guerra averigua que su madre ha sido asesinada por una banda de facinerosos blancos. La película conocida también como Black Rider, contó con un guión escrito por el propio actor y en un pequeño papel nos encontramos a la actriz mexicana Isela Vega.
1.- El ascenso y caída de Tommy Gibbs
Black Caesar / El Padrino de Harlem (1973) no era la típica blaxploitation de la época ni tampoco una copia barata del film de Coppola. Cohen actualizó el viejo clásico de Melvyn Le Roy, “Hampa Dorada” (1930), llevándolo a los barrios marginales afroamericanos pero sin ensalzar a su protagonista, un gangster negro en la línea de Bumpy Johnson o Frank Lucas, que en su ascenso al poder acaba perdiendo el imperio que ha creado. Tommy Gibbs es un afroamericano que solo quiere hacer real el sueño americano, una quimera creada por el poder blanco que lógicamente no está a su alcance. El personaje perfectamente incorporado por Williamson es descrito desde sus orígenes como limpiabotas en su infancia hasta su posterior progreso, que le lleva a controlar la mayor parte de Harlem.
El guión de Cohen no olvida los punzantes comentarios raciales: Gibbs consigue dar el salto gracias a que consigue un libro de cuentas donde aparecen especificados todos los sobornos a políticos y policías blancos de Nueva York.Y, en uno de los momentos más recordados de la película, el gangster golpea al racista policía Mckinney con la caja de limpiabotas y le obliga a cantar “Mamy” como Al Johnson, tras embadurnarle la cara con betún.
Harlem aparece mostrado en su total pobreza urbana, un barrio que se une para defenderse de los dueños de los negocios sucios y los criminales blancos que les extorsionan, pero que no duda en impartir justicia urbana con uno de los suyos si ha cruzado el límite establecido. Cohen como en otros títulos de su filmografía plantea muchas ideas que no acaba de desarrollar, alternando efectividad y tosquedad fiel a su estilo de cine-guerrilla. De la estupenda banda sonora se ocupó el inolvidable James Brown y en el reparto aparecen algunos rostros conocidos del subgénero como Gloria Hendry, D´Urville Martin, Julius Harris o Don Pedro Colley.
Fenecida la blaxploitation, muchos de sus máximos implicados se vieron abocados a un triste devenir. En muchos casos, sus apariciones fílmicas se fueron espaciando en el tiempo o fueron adoptando roles muy secundarios en todo tipo de producciones. Otros tuvieron que dejar el cine ante la escasez de proyectos que se les ofrecían. El caso de Fred Williamson es sin duda alguna especial. El actor, se reconvirtió a mediados de los 70, en director, guionista y productor de sus propias películas, y no le hizo ascos a las llamadas de otras cinematografías como la italiana, con la que colaboró ampliamente en los años 80.
Siempre atenta a los éxitos del mercado internacional, la industria italiana de género se fue cavando su propia tumba con títulos como "Black Cobra", plagio latino en clave negra del éxito de taquilla del oscuro tandem Stallone-Pan Cosmatos. La fotocopia se desarrolla durante un pesado metraje a ritmo de sintetizador, con stock-footage disimulando pobremente el rodaje transalpino, alargado con escenas de acción y replicas insustanciales, que repiten punto por punto (gato incluido), las aventuras del nada pusilánime Marion Cobretti, “Cobra” para la galería, e incluso hacen bueno al modelo original.
El resultado roza el ridículo en múltiples ocasiones, no solo por la palpable falta de presupuesto, sino por la evidente atonía narrativa que le imprime Stelvio Massi, antaño uno de los más profusos cultivadores del poliziesco all´italiana y quizás conciente del imposible desaguisado en el que estaba inmerso.
El negocio no debió de ir muy mal. Fred Williamson, volvió a encarnar al personaje en un par de secuelas (la segunda de ellas como miembro de